Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 01 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia directa y participativa
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En Bolivia existe una manera de hablar a los criollos y otra de dirigirse a los indios. Ello es particularmente perceptible en el discurso político, lo que nos ilustra sobre la realidad colonial en Bolivia mejor que tratados y sesudos ensayos.
Dado que el poder se asienta todavía en la hegemonía de una parte de la población sobre otra, el discurso tendrá como finalidad resaltar la supremacía de los primeros, motivando la subordinación de los segundos.
En Bolivia, como en otros países de diversos continentes, existe en este sujeto una continuidad histórica. Lluís Mallart Guimerá escribirá: “El discurso colonial no es simplemente una cosa del pasado, es también una cosa del presente. Las palabras no son las mismas. Las imágenes tampoco. (Sin embargo) Muchos de los contenidos de la ideología colonial traducidos en palabras e imágenes (o en silencios) continúan presentes en nuestra sociedad”.
Formalmente, cuando el poder se dirige a los indios (utilizamos este término para resaltar el carácter colonial de la situación) lo hace de manera bonachona, primaria y simpática, porque fundamentalmente busca conducir esa población hacia un objetivo determinado: que sirva de pedestal o de herramienta para asentar y mantener su poder político.
No hay poder que se mantenga sin la aquiescencia de los dominados. En Bolivia, el dominio colonial se ha conservado siempre con “el apoyo” indígena. De ahí que mantener esa situación sea preocupación política de todo gobierno y en toda época.
Ahora, el MAS y sus cabecillas continúan esa tradición con dos estilos claramente discernibles. El vicepresidente Álvaro García Linera cuando habla en áreas rurales a público indígena se esfuerza por ser didáctico, simple y campechano, al extremo que es difícil discernir si se trata de candidez o de malicia. Expone a un auditorio –adulto y políticamente mucho más avizorado de lo que él supone– infantiles moralejas, fábulas y figuras retóricas que tienen como finalidad movilizar esa base contra el enemigo político.
El estilo de Evo Morales es otro. Siendo él de origen indígena y teniendo esa vivencia sociológica, no puede incurrir en los deslices de q’aras sensibilizados a lo indígena. Su discurso es otro, pero no por ello menos colonial y contraproducente.
Evo Morales es dado a los testimonios que revelan su naturaleza advenediza e informal a las responsabilidades del poder, al extremo que una colección de sus sinceradas ha sido recopilada en un texto que lleva el título de Evadas. Sin embargo, paulatinamente incursiona en el arte y conveniencia del discurso políticamente correcto, sobre todo cuando se dirige a público urbano.
Empero, la sinceridad de Evo Morales resalta en medio rural o cuando se dirige a público indígena. Nada mejor para conocer su pensamiento que analizar esos discursos. Fue en Monteagudo, el año 2012, que Evo Morales reveló que su formación escolar no pasó del séptimo curso y que, para que pueda pasar de sexto a octavo, su padre tuvo que sobornar alguna autoridad educativa con un cordero. El mes pasado, en la población La Asunta, Evo Morales sugirió expulsar a chutazos a los opositores que ingresen a los Yungas de La Paz a realizar seminarios o talleres.
Si la confidencia presidencial sobre sus reveses educativos de y la manera cómo se resolvieron revelan la cruda realidad sociológica (alejada de los románticos clichés posmodernos culturalistas sobre los indígenas y su vida social), la recomendación lanzada en La Asunta muestra también una conducta política vigente en medio indígena, cuyos antecedentes más anecdóticos lo tenemos en la relación de Bautista Saavedra a inicios del s. XX con los aymaras de su hacienda, adecuadamente llamados “las ovejas de Achacachi”.
La relación (y el discurso) de Evo Morales hacia el indígena es más real y verídica que la de Álvaro García, pero no menos colonial. La colonización no es solo la acción del hispano (y luego del criollo) contra el indígena, sino el resultado de esa interacción, el producto de mutuas instituciones y comportamientos. Descolonizar es reemplazar esos hábitos y estructuras. Los discursos políticos actuales nos demuestran que también el indio (como en la época de los curacas) puede ser agente del mantenimiento de la situación colonial.
Pedro Portugal Mollinedo es director de Pukara y autor de ensayos, y estudios sobre los pueblos indígenas de Bolivia.