Medio: El País
Fecha de la publicación: martes 31 de julio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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A una semana de la celebración del festejo patrio, los ánimos están caldeados y la política más presente que nunca. Hacía años que la celebración de la efeméride no se caldeaba tanto. En eso ha contribuido el lugar elegido: Potosí. En la ciudad Imperial ha germinado desde hace tiempo un movimiento de rechazo a la hegemonía del MAS que tuvo su máxima expresión hace dos años, cuando la ciudad sostuvo un paro de 27 días en el que expresó su malestar por la postergación en las promesas realizadas al departamento minero, lo que ha supuesto una frustración en su desarrollo.
El movimiento potosino ha ocupado en ocasiones posiciones federalistas para enfrentar al poder central a pesar de que todavía no han logrado consensuar y aprobar su Estatuto. En el último tiempo se ha sumado con fuerza a las plataformas ciudadanas del 21F, el movimiento que pretende hacer respetar la decisión soberana del pueblo boliviano sobre la repostulación del presidente Evo Morales, que fue rechazada en referéndum el 21 de febrero de 2016 y que sin embargo, no ha cerrado la polémica, pues el MAS considera que el posterior fallo del Tribunal Constitucional eliminando la limitación de mandatos da por habilitado al presidente Evo Morales.
A los festejos patrios se podría haber llegado con un ambiente menos tenso, pero el pulso con el expresidente Carlos Mesa por un lado y la cadena de proclamaciones por otro, han acelerado el encontronazo.
Mesa, en el ojo de la tormenta legal por la nacionalización de Quiborax (al margen de la justicia internacional siempre del lado de los poderosos) no ha dudado en llevar la polémica al ámbito político electoral y sin decirlo expresamente, ya ha empezado a operar como coordinador de las mentadas plataformas que le servirán, si finalmente da el paso, de estructura de movilización.
En cualquier caso, el Movimiento Al Socialismo tampoco se ha quedado atrás y, frente a la ofensiva de la oposición, ha decidido dar ya visos de oficialidad a la candidatura de Evo Morales y, ojo, Álvaro García Linera para las elecciones de 2019. Voceros autorizados como el vicepresidente del MAS Gerardo García o la presidenta de diputados, Gabriela Montaño, han dado pasos al frente para dejar claro que no hay ningún otro asunto que debatir no solo en el MAS, sino en el Tribunal Electoral o el Constitucional. A esto le han seguido las habituales proclamaciones en cualquier lugar donde se presentan tanto Morales como García Linera, sea una reunión en los Yungas, en el Trópico de Cochabamba, en una reunión de alcaldes o de obreros. En este tiempo ha quedado claro también que el compromiso de García Linera de retirarse ya ha quedado también en el olvido.
El 6 de agosto perdió fuerza institucional en algún momento de los 13 años ininterrumpidos de Gobierno del Instrumento Político, pero en el último tramo y, sobre todo, desde que se articuló la Agenda 2025, fecha eminentemente republicana, con la continuidad del régimen, ha vuelto a tener protagonismo político por las promesas y gestos que acompañan los discursos. En los últimos, por ejemplo, Morales no solo ha reconocido la crisis sino que ha ofrecido algunas soluciones hoy todavía difusas. Todo parece indicar que este 6 de agosto tendrá también un protagonismo político distinto, no desde la propuesta, sino desde la protesta. Esperemos que todas ellas se canalicen a través de los métodos democráticos.