Jorge Luis Borges, el destacado escritor argentino y considerado uno de principales exponentes de la literatura mundial, en su ensayo sobre el “Arte de injuriar”, argumenta que el oprobio es un modelo en el que se expresa la polémica. Y sostiene esta aseveración con diversos ejemplos extraídos de la literatura. El escenario político es, sin lugar a dudas, el campo propicio para la injuria. ¿En qué cosiste este arte? Tiene por objetivo el denigrar y descalificar a quien se considera contrario; tiene por método la intromisión de sofismas; y tiene por ley la constante invención de falacias. ¿Cómo se manifiesta el arte de injuriar en la pugna entre evistas y arcistas en la crisis política del MAS?
En esta pugna de vituperios resaltaron dos diputados, uno por facción, Héctor Arce del ala evista o radical y Rolando Cuellar del ala arcista o renovadora. En una oportunidad, en una entrevista a propósito de la elección del presidente de la bancada nacional del MAS, Cuellar sostuvo que los evistas están muy resentidos debido a perdieron la bancada nacional y que la “dedocracia” de 14 años ha terminado; además, dijo que los diputados del Chapare son opositores, no son militantes del MAS y su jefe, Evo Morales, es traidor y golpista. Héctor Arce replicó aquellos vituperios con otros insultos, expresó: “Me apena tu actitud infantil, el hecho de tener boca no te permite hablar cualquier tontería, no sé si te fumas algo o te drogas para hablar cualquier tontería, me apena mucho” (Correo del Sur, 10 noviembre 2022). Aquí, las injurias hablan por sí solas.
En otro momento de extraordinaria lucidez, ambos diputados igualmente intercambiaron insultos. El parlamentario Rolando Cuellar, acusó al legislador Arce de ser un “mafioso, corrupto, que no tiene moral ni ética”. Esto debido a una serie de irregularidades cometidas cuando era alcalde de Omereque (Cochabamba). La arremetida de Héctor Arce fue también contundente, tildó a Cuellar de “chiflado y cirquero” por esas falsas denuncias, y, para remediarse de ese mal le recetó un par de tabletas que las denominó “destontín y ubicatex” (Página Siete, 1 febrero 2023).
En otra circunstancia, Héctor Arce dijo que el ala “renovadora” está preocupada con el liderazgo de Evo Morales y que por eso le ataca, expresó: “tengo la certeza de que el exmandatario será elegido presidente en 2025”. Obviamente, la intención de esta declaración es mostrar al enemigo un sólido liderazgo con una excelente opción de futuro. El diputado Rolando Cuéllar replicó: “Yo creo que debería dejar de tener sueños húmedos el señor Héctor Arce, aterrizar al suelo y ver la realidad: Evo Morales en este momento ya es un cadáver político” (El Alteño, 12 febrero 2023). Así, en este caso, el descredito puede advertirse cuando se habla de Evo Morales como “cadáver político”, es decir, persona físicamente vital, pero sin de poder, sin influencia y sin posibilidad de victoria electoral; pensar lo contrario y sobredimensionar el liderazgo de Morales, solo puede ser producto alguien que padece alucinaciones.
En otra ocasión, el legislador “radical” lanzó la acusación de que el hijo del presidente estaría realizando negociaciones con ciertas empresas que tienen interés en el litio boliviano; ciertamente, es una recriminación orientada a desacreditar al gobierno de Arce Catacora. Esta malintencionada insinuación, ha merecido una oprobiosa refutación de parte del “renovador” Rolando Cuellar, quien dijo: “Creo que nosotros como políticos tenemos ética. Hay un código en la política que (dice que) no se pueden meter con la familia, pero aquí se ve claramente que, al psicópata de Evo Morales, al psicópata de Héctor Arce, no le interesa (nada con tal de) volver al Gobierno” (Los Tiempos 16 febrero 2023). Ser catalogado como psicópata implica ser una persona irracional y anormal; ciertamente, no es un elogio sino un insulto y una descalificación.
Estos son algunos ejemplos del arte de injuriar en la pugna masista. Es verdad, en el quehacer político no puede evitarse los oprobios y tampoco puede exigirse que reemplacen los agravios por argumentos racionales, la consecuencia sería fatal: el tedio y el aburrimiento ciudadanos; pero, a fin de evitar estos efectos perversos y lograr que nuestra vida sea amena y divertida, creo que es justo demandar que nuestros políticos sustituyan los burdos y los groseros insultos por la sutileza, la ironía y el buen humor. [P]