Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 26 de marzo de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Cuando las principales autoridades actúan de manera incorrecta, el mal ejemplo cunde, y toda la sociedad involuciona, reflexiona el autor.
Por algún extraño motivo, en nuestro país (en realidad, en casi todos los países de Latinoamérica), se exalta la picardía criolla. Quizá porque algunos intelectuales del pasado siglo analizaron este rasgo y le hallaron virtudes, que probablemente en determinado contexto histórico y dada una coyuntura social distinta sí las tuvo, pero que a la luz de estos tiempos resulta un anacronismo que tiende a convertirse en cinismo puro y duro.
La verdad es que la picardía es una característica del populismo, en cualquier vertiente, y los 14 años de Evo Morales fueron signados por este vicio, que en un inicio hasta resulta jocoso, pero, cuando se repite, provoca profunda indignación. La picardía, como los chistes, es admisible un par de veces, luego pierde gracia y comienza a molestar.
Así, las ocurrencias de Evo, al inicio de su primer gobierno, nos causaban gracia, incluso ternura, pues veíamos un hombre sencillo, francote, que representaba una brisa fresca en comparación a la acorbatada seriedad e hipocresía de los gobiernos precedentes. El problema es que, poco a poco, de castaño se fue pasando a oscuro, y Evo comenzó a instaurar la picardía como principio de gobierno.
Cuando las principales autoridades actúan de manera incorrecta, el mal ejemplo cunde, y toda la sociedad involuciona. Podemos apreciar esto en la conducta de los choferes de transporte público urbano de La Paz, quienes no se orillan para que los pasajeros suban o desciendan del vehículo, no respetan los semáforos ni los pasos de cebra, hacen trameajes, etcétera. Claro, ellos creen que son muy vivos, que solo los idiotas cumplen las normas de tránsito, y así parece, pues, cuando la picardía se normaliza desde la cabeza misma del Estado, no hay estupidez más grande que respetar la ley y el bien común.
Álvaro García Linera procuró dotar a la picardía criolla de un matiz intelectual y acuñó términos rebuscados para justificar sus triquiñuelas, como eso de la “estrategia envolvente” luego de engañar al país y agenciar la primera repostulación de Evo cuando expresamente se había acordado que no lo iba a hacer. De ahí a que Morales hablara sin tapujos de que él “le metía nomás” y luego los abogados arreglaban, solo había una diferencia: la simpleza verbal de uno, frente a la pose académica del otro, ambos pícaros. Y no sé cuál fue peor, porque hay que recordar que a García Linera le pareció asunto de idiotas eso de terminar la universidad y obtener el título, cuando un pícaro puede pasar por profesional con solo un poco de labia. Por lo menos Evo no tenía esas poses, se asumía ignorante y repudiaba públicamente los libros y el estudio.
El caso es que de la normalización de la picardía se pasó a la legalización, cosa que se logró con la instrumentalización de la justicia. Efectivamente, Evo le metía nomás y luego el gobierno se daba modos de legalizar lo que el presidente hacía, ya sea presionando a los operadores de justicia o creando leyes y decretos. El caso más grave de esta lógica pícara quizá haya sido el desconocimiento al resultado del 21F. Claro, los pícaros decían “el referéndum era para modificar la Constitución y no se la ha modificado”, con un cinismo indignante, y así justificaban la absurda interpretación del Pacto de San José con la que el TCP avaló la intención de Morales de vulnerar la Constitución y el voto del pueblo.
Le metieron nomás, y sacaban pecho, se sentían orgullosos de su jugada, porque su picardía se había impuesto, una vez más, a la legalidad que observamos los ciudadanos estúpidos (así nos consideraban los masistas).
Pero todo el aparato estatal funcionó bajo el principio de exaltación de la picardía. Se destinaron ingentes cantidades de dinero para hacer campaña perpetua en favor del MAS y, principalmente, con el propósito de mitificar la figura de Morales, de convertirlo en una semideidad e inscribirlo como tal en el imaginario de los sectores más vulnerables y desprotegidos (que, aparte de canchitas y algún proyecto de riego, siguieron postergados, con una educación peor a la del neoliberalismo, pues lo ideal para el MAS era tener gente ignorante predispuesta a creer sus mentiras).
Para este fin, utilizaron Bolivia TV, la Radio Patria Nueva, crearon un pasquín llamado Cambio, un estudio audiovisual con recursos de Mi Teleférico y varias radios comunitarias, es decir, gastaron cuatro mil millones de dólares para financiar la campaña constante de un partido, dinero que era de todos nosotros. Es que el pícaro jamás usa su propio dinero, eso es de idiotas, el pícaro se aprovecha de los recursos públicos.
Luego vino lo del fraude y el cambio de narrativa a golpe, el constante bloqueo al gobierno transitorio de Añez (donde no faltó la picardía, hay que decirlo) y claro, esta muletilla de que todo lo malo se debe al año de gestión de la exmandataria.
Al respecto, recién escuché una entrevista a Hugo Moldiz, exministro de Evo (hoy enemistados, creo), que alababa la gestión económica de Luis Arce, diciendo que dadas las condiciones actuales, lo que se ha hecho es meritorio, porque antes (en los periodos de Morales) no había pandemia, entre otros argumentos, y claro, no dejó de mencionar el “golpe” y la desastrosa administración del gobierno “inconstitucional”.
Para don Hugo, la pandemia solo afecta al gobierno de Arce, porque imagino que él no se dio cuenta de que durante el gobierno de Añez apareció el covid y se vivió lo más duro de la pandemia. Es un ejemplo de picardía intelectual, utilizar argumentos y datos a conveniencia, sin imparcialidad.
Y el ministro Iván Lima igual revela picardía aunque pretenda disimularla con su apariencia formal y seria, siempre sereno. Él se mostró como impulsor de una reforma judicial, pero solo era una artimaña para no generar rechazo de inmediato. En realidad, don Iván se da modos de influir en el órgano judicial constantemente. Él brinda declaraciones a la prensa donde prácticamente dicta sentencias. Absuelve o condena sin dudar, y tiene el tupé de decir que hoy en día la Justicia actúa de manera independiente. Picardía pura.
- Tal vez se trata de una reacción natural, pues el gobierno de Arce enfrenta al opositor más pícaro de la historia: Evo Morales. Haya que jugar con sus armas para vencerlo, parece ser la lógica, sin importar los daños colaterales. Total, la ética es algo banal en Bolivia.
- “Es que el pícaro jamás usa su propio dinero, eso es de idiotas, el pícaro se aprovecha de los recursos públicos”.