Medio: La Razón
Fecha de la publicación: jueves 23 de marzo de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Era periodo de elecciones: era, en consecuencia, periodo de violencia…”, así comienza una reciente novela histórica sobre el imperio romano, así se sintetizaba el clima político y social de ese tiempo. Tiempos en que se entendía que la política era (igual que hoy) un espacio de lucha y confrontación constante entre amigos y enemigos; cuando se encara un proceso de esa manera los actores en disputa buscan aniquilarse los unos con los otros.
En un sentido distinto, sería aquel que entendiendo también la política como lucha y confrontación, pero en una relación entre adversarios, con los que te toca negociar, interpelarse, atacarse, pero siempre dejando abierta la idea de que la convivencia es lo que debe guiar como eje central, no el aniquilamiento.
A propósito de violencias, en el país se sigue hablando de polarización, ésta no es política, sino social, porque es expresión de distintos clivajes que nos dividen históricamente como sociedad. Esos clivajes están contenidos en las dos identidades políticas predominantes que tenemos de masismo y antimasismo, cada una guiada por convicciones en torno a la nomenclatura golpe/fraude.
Viendo la trayectoria de opinión pública sobre este tema golpe/fraude, si la graficamos en dos líneas desde 2020 que se empezó a preguntar a la gente si creía que en Bolivia en 2019 se había hecho un golpe de Estado o un fraude electoral, los datos mostraban una distancia significativa entre ambas posturas. Una encuesta de UNITAS muestra 39% para golpe y 73% para fraude. A partir de ahí lo que se revisó fueron otras cinco encuestas de diferentes medios e instituciones que se publicaron.
La trayectoria que siguen las líneas en los dos temas es que se van ajustando en el tiempo, porque en 2021 el dato golpe llega a 25% y fraude, a 50%; en 2022, con 47% golpe y 51% fraude. Encontrándonos este año con una reciente encuesta que muestra el dato de 45% golpe y 49% fraude. Es decir, una división casi perfecta de la sociedad en la percepción y la suma de las dos identidades en disputa.

Estos datos nos abren la puerta primero a una tarea que debemos encarar quienes analizamos los fenómenos sociopolíticos, por qué las dos identidades expuestas se fueron acercando tanto hasta hoy, tomando en cuenta que fue un acontecimiento ya pasado, ¿no será que al final se verifica y aplica la premisa de que la historia la escriben los vencedores?
Por otra parte, no hay duda de que polarizados estamos, y no está mal tampoco, pero siendo conscientes de que primero la polarización no es el preámbulo a la violencia, sino que la violencia está instalada junto con ésta; segundo, no es cierto que la polarización viene a ser autoría de la élite política y solamente a ellos les interesa mantener un clima de ese tipo, es algo que nos involucra a todos; tercero, de ésta no vamos a salir tampoco buscando el abrazo del reencuentro, para eso el país entero tendría que volverse una ONG, de ésta saldremos si empezamos a manejarnos como adversarios, no como enemigos.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario