Medio: El Deber
Fecha de la publicación: miércoles 22 de marzo de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
El fundamentalismo del Movimiento al Socialismo (MAS) se ha convertido en una niebla intelectual para los militantes revolucionarios postmodernos, quienes se han sumergido cada vez más en el fundamentalismo partidario.
En lugar de estar motivados por las reivindicaciones sociales, se han dejado enajenar por las ideas del partido y se han maravillado con el líder convirtiéndolo en una especie de buda político, ignorando el sentido filosófico detrás de las demandas y cayendo en el lumpen revolucionario.
Este fenómeno se caracteriza por la falta de preocupación, por la ignorancia y la debilidad de la mentira, así como por la tendencia a considerar la verdad como violenta. De hecho, algunos incluso se fastidian del concepto de verdad, al considerarla soberbia y opresora.
Es precisamente este fundamentalismo el que lleva a los revolucionarios posmodernos a considerar la verdad como violenta. Para muchos de ellos, cualquier cosa que provenga de aquellos que piensan de manera diferente, debe ser censurado, incluso mediante la policía del pensamiento, que protege la mentira e ignorancia a través de los mecanismos de dominación que son los medios de comunicación, la cultura, la educación, el uso o la amenaza del uso de la fuerza del Estado.
Todo esto no es por la búsqueda de reivindicaciones sociales, sino por la moralidad de la mentira, donde el fundamentalismo justifica los medios. Lo que lleva a un círculo vicioso que destruye cualquier posibilidad de diálogo y de verdadero cambio social.
El militante del Movimiento al Socialismo, este revolucionario postmoderno se caracteriza por creer que es único. Sin embargo, no está dispuesto a aceptar ningún argumento, razonamiento o respaldo filosófico o científico que cuestione su visión del mundo, ya que, dentro de su relativismo moral, cualquier evolución social y humana debe terminar en la autoimagen del ideal revolucionario.
Por eso, los movimientos socialistas democráticos, socialistas del siglo XXI y otros tipos de socialismos posmodernos suelen estar cargados de adjetivos que diluyen el sistema operante del régimen.
Esta es la cualidad de las neodictaduras, no parecer opresoras, sino “sentirse oprimidas”. Y es que ningún socialismo puede ser realmente democrático.
Lo paradójico de los revolucionarios posmodernos es la idea de que todo lo que emane de la revolución es automáticamente correcto, por lo que no puede existir un cuestionamiento, por más herrado que pueda estar, olvidando así el sentido filosófico de la ideología, siendo este el resultado de un sistema que los formatea a todos por igual, creando a los lumpen revolucionarios que viven haciendo apología de las necesidades humanas.
El fanatismo político en nuestro país no es únicamente del lado del MAS, sino también del lado opuesto, el antimasismo, despertando en la salud social el espíritu de clan.
En conclusión, la situación política actual nos muestra la existencia de un fundamentalismo partidario que ha desviado el verdadero sentido filosófico de las reivindicaciones sociales.
Los revolucionarios posmodernos han perdido de vista la igualdad y la justicia social, se han sumido en un relativismo moral que justifica la posición radical y las acciones violentas, olvidando que ningún socialismo puede ser verdaderamente democrático si no existe un cuestionamiento y debate abierto.