Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 29 de julio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Hace dos semanas, un amigo trotskista escribió en un grupo de WhatsApp: No respaldo a los falsos socialistas ni a los defensores de la democracia burguesa, agrupados en los colectivos del 21F y el Conade (Comité Nacional por la Defensa de la Democracia). Por esos mismos días, una amiga que tiene un negocio próspero me dijo: Yo no estoy ni con unos ni con otros, yo no vivo de la política, vivo de mi trabajo.
En ese devenir, la sociedad estamental fracasó; la jerárquica, también. Los pueblos que cedieron su poder a un solo político (dictador), a un solo partido, a una sola forma de entender la vida terminaron mal después de años de infelicidad y desgracias, causadas por la violencia, las persecuciones, los encarcelamientos y el éxodo de connacionales.
Nuestras madres y padres son testigos vivientes de cuánto y cómo se sufre en una dictadura, sea de izquierda o de derecha. No sólo porque a uno le toca, sino porque afecta al vecino, a la casera, al amigo, al familiar. Después de una larga y violenta lucha, los bolivianos hemos recuperado, en 1982, el sistema que tiene menos defectos: la democracia.
Perderla sería una imperdonable regresión que nos haría impresentables ante nuestras hijas. Lamentablemente, estamos a punto. Si bien en este momento el régimen permita en apariencia la vigencia de derechos y libertades, anuló el más importante: el derecho del pueblo a decidir (referendo del 21 de febrero de 2016); y está a punto de anular otro: el derecho a defender la democracia.
¿No crees? Algunas evidencias. El jefe del MAS, Evo Morales, instigó a la violencia contra los defensores de la democracia. El viceministro de interculturalidad, Feliciano Vegamonte, prohibió mostrar carteles en defensa de la democracia (21F).
El amigo trotskista sabe muy bien que para hacer política debe tener libertad de expresión, sin ella no podrá seducir a la sociedad con sus ideas; también sabe que la violencia como método de imposición de una ideología fracasó en la región; el Che Guevara no pudo en Bolivia; las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC) se rindieron; y los grupos que se impusieron con las armas, como en Cuba y Nicaragua, terminaron estableciendo un régimen totalitario o imitando a los que habían derrocado.
Los ciudadanos que dicen con razón que no aceptan a los políticos tradicionales no están obligados a decidirse entre éstos y el masismo, sino por el bien mayor: la democracia, que garantiza derechos y libertades, entre ellos el derecho a hacer política.
Aceptar el estado actual significa abdicar ante lo peor por evitar el retorno de los que se fueron, pues, recuperada la democracia, esa ciudadana puede despedirlos definitivamente haciendo campaña contra ellos o persuadiendo a la gente a sumarse a su proyecto.
Las personas que asumen neutralidad en este momento no crean que no sufrirán las consecuencias del totalitarismo. La violencia afecta a todos, vea el empobrecimiento de Venezuela. Los negocios no prosperan en sociedades que sufren tiranía.
Por ello, es aconsejable ver la coyuntura actual desde las causas. Todo comenzó con la decisión del presidente Evo Morales de burlarse de la voluntad del pueblo (21F). Si él decidiera cumplir su palabra y la del soberano, volvería la democracia, y nos dedicaríamos a crecer.
El masismo se ha convertido en un peligro para el trotskista, el derechista, el neutral, el humanista. Es un peligro incluso para los que pelearon por el proceso de cambio; revisa la suerte de la gente que un día apoyó sin pedir nada a cambio (cocaleros, indígenas, campesinos, izquierdistas), mira cuántos han sufrido persecución y han terminado en la cárcel.
Es un monstruo que los ciudadanos hemos alimentado, ergo es una obligación de los ciudadanos desinflarlo antes que nos aplaste. Divididos seremos presa fácil.
La unidad tiene un objetivo: recuperar la democracia y recuperar la democracia significa evitar que Morales se burle de la decisión del pueblo.
Cumplido el fin, volveremos a pelearnos por nuestras ideas, convicciones, sueños, pero en un campo democrático y en igualdad de condiciones hasta construir el bien común.
Andrés Gómez Vela es periodista.