Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 29 de julio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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De toda esta lucha, de la que se ve en las redes sociales, pero sobre todo en las calles a través de los colectivos y plataformas ciudadanas, me parece interesante destacar el activismo femenino.
Hoy que se debaten y critican las formas “explícitas” de reivindicación de los derechos de las mujeres en nombre de la equidad de género y del aborto, me parece que ver a las mujeres participando de grupos sin necesidad de exponerse desnudas, disfrazadas de vírgenes o de prostitutas, sino, saliendo a las calles “simplemente” en traje de conservadora cotidianidad o con poleras del 21F, nos demuestra que la defensa de la razón y el amor no necesita mimetizarse en tristes espectáculos de plaza para conseguir el respeto y reconocimiento de los demás pues, en realidad, tampoco lo buscan.
Pero además de esto, ver a tantas mujeres encabezando estas protestas por impedir que el autoritarismo y el abuso de poder terminen por imponerse, nos dice que se trata de una cuestión vital: Sí, las libertades, los derechos y las voluntades individuales y colectivas son un asunto de vida. No por nada ni por menos, están ellas ahí, poniendo el pecho (cubierto) y empeñando la voz (desnuda, enfadada y afónica).
La presencia femenina en la defensa del 21-F no es casual, es, más bien, absolutamente coherente con aquello que simboliza y representa la mujer. En otros contextos, en otras culturas y en otras luchas comunes a la defensa de lo vital, es normal encontrar el mismo “fenómeno”: El liderazgo de las mujeres. Y es que nosotras, mejor que ellos, comprendemos que los derechos y obligaciones que otorga la democracia son parte necesaria de la seguridad y la plenitud que los hijos necesitan.
Nadie las pone ahí, nadie las obliga, y porque nadie lo planifica ni lo piensa…sí, ellas están ahí porque es natural que así sea. Es que la democracia es femenina, la democracia es compañera, es confidente e infidente, la democracia es abuela, madre e hija; la democracia es nuestra protegida y a la vez nuestra embajadora… la democracia es, finalmente, mujer.
Ellas, las indígenas del Tipnis que fueron golpeadas por el sistema en Chaparina; ellas, las de la selva ecuatoriana que se defendieron tantas veces del correísmo avasallador; ellas, las que sacrificaron su fertilidad en el fujimorismo; y ellas, las de las conquistas sindicales del trópico de Cochabamba, sí, incluso ellas que pusieron sus valientes cuerpos como escudos ante las balas gringas, son las que alientan a la madre democracia a parir vida.
Son pues ellas también las que hoy salen a las calles, toman las avenidas, las esquinas, los megáfonos, los estadios, los volantes y las banderas para protestar en contra del prorroguismo; son ellas las que se “esconden” y las que se muestran detrás de un teclado de computador para decir que esta vez -también- están dispuestas a defender lo vital.
Y es eso lo que al gobierno lo sobrepasa y que lleva al Vice al insulto y al descrédito, al Presidente al desencaje facial y a ciertos líderes cocaleros a la amenaza y la prohibición.
No toleran que seamos las hermanas, las madres, las hijas y las abuelas quienes les recordemos aquello que decidimos el 21 de febrero de 2016, y que detrás de nosotras, haya una multitud, una mayoría comprobada que repite “Bolivia dijo no”.
La autora es comunicadora social y educadora