Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 01 de febrero de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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El economista considera que necesitamos recuperar valores de convivencia pacífica, entender que lo que hacemos y lo que dejamos de hacer tiene consecuencias sobre el contexto, de forma individual o colectiva.
Fernando Aramayo, Coordinador de Programas y Gestión Institucional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Bolivia, asegura que pese a la apuesta exitosa que hicieron los bolivianos, tras la crisis de 2019, de una salida constitucional, “no hemos resuelto los temas de carácter más estructural”.
En entrevista con Página Siete, Aramayo, que es economista y máster en Gestión y Políticas Públicas, reflexiona en torno a la polarización y la crisis de 2019. Esta jornada lanza la campaña “No hagas daño”, para la construcción de una paz positiva y la despolarización social.
¿Por qué Bolivia vive en una constante situación de enfrentamiento o polarización?
Creo que eso tiene que ver con una suerte de pedagogía social, que nos ha planteado una suerte de dinámica autorreferente sobre cómo atender nuestras demandas y necesidades. Creo que lo que se ha dado de manera recurrente es una práctica en lo social, en lo político, casi en lo cotidiano de pensar que primero tenemos que ejercitar presión para poder generar una situación de simetría, asimetría de poder y demostrar cuánta capacidad tenemos de imponer o de exigir aquello que queremos que se nos entregue.
Creo que esto se ha dado a lo largo de nuestra historia. Es imposible pensar la historia boliviana, en cuanto conquista social, en cuanto ciclos políticos sociales, por fuera de la conflictividad.
¿La polarización es buena o mala en sí misma?
La polarización en sí misma no es ni buena ni mala, es como el conflicto. Es imposible pensar en sociedades que tengan una única forma de pensar, de ver la realidad, de vivir en su cotidianidad, peor en una sociedad como la boliviana con una diversidad cultural tan grande, con una historia tan compleja.
La cuestión es cómo resuelves ese tema, cómo utilizas ese tema, la polarización de la conflictividad. Si las sociedades tienen mecanismos dialógicos, si las sociedades conflictúan bien o en un sentido positivo, si las polarizaciones, los tiempos de contradicción, de tensión, son tiempos en los que puedes resolver tus contradicciones para avanzar, son positivas.
Lo contrario es lo negativo. Es decir, cuando la polarización es más bien un mecanismo para ahondar fisuras, justificar violencias, trabajar desde la lógica de la imposición, de la acción coercitiva. Eso sí es negativo.
¿Tras 2019 se puede decir que la polarización en Bolivia se inclinó hacia lo negativo?
En realidad habría que remontarse un poco más atrás. Sí, 2019 es un punto de inflexión complejo en la conflictividad, seguramente hay fechas hito en nuestra memoria reciente, 2003, 2007, 2016, 2019, etcétera, que marcan en algún sentido diferentes patrones y matices de lo que ha sido la polarización.
El 2019 tal vez nos ha planteado no solamente un escenario de polarización política, sino también de polarización social, y lo que nos ha planteado también es que, a pesar de la apuesta exitosa, sustantiva que hemos hecho bolivianas y bolivianos por una salida constitucional, traducida en las elecciones de 2020 y 2021, no hemos resuelto los temas de carácter más estructural.
Ese es el desafío que tenemos ahora, de cara a la polarización. Por eso, la polarización en este momento ha consolidado fisuras y distanciamientos, y todo lo que se da en nuestra vida cotidiana, en nuestra vida pública, política, social y económica se está volviendo contenido de la polarización en un sentido negativo.
¿En algunos de los países se habla de una grieta, en Bolivia se puede decir que ocurre aquello?
Yo creo que no hay una sola grieta, hay varias grietas. Por eso creo que es un tiempo en el que podemos hablar de sistemas de conflictividad para entender las polarizaciones que vivimos.
¿A qué me refiero con esto? En el pasado no hemos logrado resolver diferentes aspectos de nuestra conflictividad y se han quedado instalados como nidos, esas fisuras sobre las que las nuevas conflictividades se instalan y las aperturan, las profundizan y las magnifican.
¿Cuánto puede incidir perjudicialmente la fisura relacionada con el “fraude” versus “golpe” si no se encuentra una solución?
Creo que la lección que nos ha dado la población en general, porque recordemos que lo que se da en 2019 tiene mucho sentido de autoconvocatoria, que no es único en Bolivia. Es decir, esto se ha dado en varios otros contextos en América Latina, en el mundo, en Europa, etcétera.
El tema es que creo que la inteligencia colectiva social nos ha dicho, de manera clara, que no apuesta por una salida violenta, que apuesta por una salida institucional, que apuesta por una salida dialógica y creo que ese es el tema que tenemos que poner por delante ahora.
Es decir, qué hemos aprendido de lo que ha pasado en 2019, qué es lo que no queremos que se repita, y ya no es un tema de lo que quisiéramos aspiracionalmente de forma individual, sino colectiva, y como colectivo creo que nadie quiere vivir en esa zozobra, nadie quiere enfrentarse al otro, al otro que también es boliviano, y al otro que a veces no es boliviano de otra región, es boliviano vecino, es boliviano familiar.
Entonces, creo que este es un tema que está como parte de la agenda sustantiva que tenemos que trabajar hacia adelante. Esto es lo que está marcando el nuevo ciclo político que vive el país. Esa es la tarea que tenemos hacia adelante, por eso necesitamos recuperar valores de convivencia pacífica, entender que lo que hacemos y lo que dejamos de hacer tiene consecuencias sobre el contexto, de forma individual o colectiva.