Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 29 de enero de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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El protofascismo del MAS es descarado; antes guardaban las formas, encubriéndolas con formalidades legales. Hoy ya no importa convencer al otro, hoy importa enfrentar, dice el autor.
El cabildo es una institución de origen colonial que en los últimos años ha recobrado importancia en los asuntos políticos de Bolivia. Hoy en día, se pretende que un cabildo otorgue legitimidad a las demandas de una región, generalmente representada por sus autoridades departamentales, municipales o cívicas. Vale decir que son estos representantes quienes convocan el cabildo y son también quienes preparan la agenda a discutir, aunque eso de la discusión es solo un decir, ya que básicamente todo lo que los representantes plantean o consultan al pueblo es aprobado por aclamación.
En tal sentido, se infiere que a un cabildo acuden quienes piensan de determinada manera, pues quienes piensan diferente seguramente organizarán su propio cabildo. Lo cual, aunque no es lo ideal, es algo que permite que no haya violencia, aunque claro, no faltan los grupos de choque que provocan desmanes.
El miércoles hubo un cabildo nacional, repartido en cabildos departamentales en cada una de las ciudades capitales, donde se reunieron opositores al régimen masista. Por suerte, esta vez no hubo violencia, gracias a que los albiazules “permitieron” que quienes piensan distinto se juntaran en paz. Pero, paradójicamente, hasta se extrañó a sus grupos de choque, de tan acostumbrados que estamos a enfrentarnos a su intolerancia y abuso.
Como siempre, el gobierno sale presuroso a menospreciar la movilización de la ciudadanía. Que si fueron unos pocos, que si las resoluciones son inconstitucionales, que si se está procurando desestabilizar al gobierno... E incluso un diputado masista expulsado del MAS (esas cosas raras hay en este país) presentó un proyecto de ley para modificar el artículo 134 del Código de Procedimiento Penal y así poder sancionar a líderes cívicos, autoridades universitarias y eclesiásticas que hablen a nombre del pueblo boliviano. Según Rolando Cuéllar, tal es el nombre del mentado legislador, “la Iglesia no puede hablar a nombre del pueblo... tienen que hablar dela biblia, de los 10 mandamientos, no tiene que hablar de política”.
Y así se ensaña también contra cívicos, a quienes responsabiliza por el “golpe”, y se deslengua como suele hacerlo. Es que don Rolando no tiene filtros, dice todo lo que piensa, aunque mejor sería que pensara todo lo que dice, así se evitaría vergüenzas, hablaría menos y diría más. Pero no se le puede pedir peras al olmo.
Sin embargo, es peligroso que un legislador plantee un proyecto de ley semejante, ya que es un claro atentado contra la libertad de expresión. Y tal como van las cosas, es posible que al presidente Arce le guste la idea, en su afán de congraciarse con el ala dura de su partido. Es que al masismo, en general, no le gusta la diferencia; para ellos, solo hay un pensamiento posible (el suyo, por supuesto), y quienes no se alinean, automáticamente son etiquetados (fachos, derecha, imperialistas, etcétera) y puestos en listas negras.
El protofascismo del MAS ya es descarado. Siquiera antes guardaban las formas, trataban de encubrirlas con formalidades legales, aunque fueran amañadas. Hoy ya no importa convencer al otro, hoy importa separar, enfrentar, saber a ciencia cierta quiénes piensan diferente, quiénes osan pedir democracia.
Hace años me parecía una exageración, pero hoy estoy convencido de que nos falta poco para vivirlas realidades de Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde las libertades han sido suprimidas, donde los derechos humanos solo se aplican si eres del partido gobernante. Lo peor es que gente que solo se había afiliado al MAS por motivos económicos, ahora sale a las calles a golpear a sus vecinos y parientes, ya ni siquiera lo disimulan, pues el aparato masista exige ese tipo de pruebas para que demuestren su lealtad con el régimen.
Luchito está saliendo peor que Evo. Y la gente que lo acompaña va por el mismo camino o peor. Es como la cúpula que rodeaba a Evo, lo radicales, que le hicieron creer a Morales que era una deidad predestinada a gobernar para siempre Bolivia, solo porque a ellos les convenía y beneficiaba seguir en el poder. Pues lo mismo ocurre ahora.
El gabinete, o buena parte de él, que antes parecía moderado, incluso inteligente y conciliador, ahora muestra las garras y se despoja de toda máscara (lo cual se agradece) y afloran las amenazas a diestra y siniestra.
El ministro Lima, por ejemplo, que antes quería hacer una reforma judicial, se entrometió en el órgano judicial cuantas veces quiso y ahora pretende dictar sentencia sobre una resolución del cabildo cruceño, que es la creación de una guardia departamental. Según Lima, entonces, las guardias municipales son ilegales, ¿y qué dirá sobre los guardias de discotecas y empresas de seguridad privada? Es que el régimen no le conviene que la ciudadanía se proteja, se movilice, se comunique y autoconvoque. Al régimen solo le interesa la sumisión, las ovejas que van al matadero o a la batalla sin protestar.
Lo raro es que se preocupen tanto si, según el vocero, en los cabildos no hubo una asistencia representativa. Este señor, a ojo de buen cubero ya estima la representatividad de una movilización ciudadana, y desde su púlpito nos dice qué es lo legítimo. Estos menesteres sectarios, que pretenden lavar cerebros y sumar ovejas, ocupan mucho tiempo de los gobernantes, quienes podrían hacer mejores cosas por el país si solo aceptaran que hay gente diversa y, por tanto, pensamientos diversos, y no perdieran tiempo tratando de reprimir o censurar a quien disiente con ellos.
No hay que perder la fuerza y la determinación. El pueblo boliviano siempre ha sido rebelde y ha derrotado a los peores tiranos. No hay mal que dure 100 años ni pueblo que lo resista.