Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 22 de enero de 2023
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Otros
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Paramilitares dirigen a los empleados públicos en las arremetidas violentas y cobardes contra la población inerme, dice el autor.
- Los enfrentamientos en la zona Sur de La Paz, el pasado viernes 13 de enero. Carlos Sánchez / Página Siete
Hannah Arendt, escritora y teórica política alemana, en su magna obra Los orígenes del totalitarismo, dedicada al estudio de las condiciones de posibilidad del advenimiento del fenómeno totalitario en Europa (primera teoría completa y sistemática del totalitarismo como forma de gobierno), nos demuestra, desde y a partir del estudio de la ideología y la práctica de los regímenes estalinista y hitleriano, cómo se va suprimiendo la libertad hasta alcanzar la dominación total.
Los sistemas políticos que hoy puedan definirse como totalitarios, tal y como se expresan en el terrorismo estalinista y, en especial, en el nazismo, y ahora mismo en el régimen totalitario de Cuba y las dictaduras cleptocráticas de Nicaragua y Venezuela, tienen en común la ambición del dominio total con el uso terrífico de la violencia y la instrumentalización de grupos paramilitares: como las SS nazis, los “camisas negras” fascistas y los colectivos chavistas.
¿Cuál es la relación de las referidas teorizaciones políticas –tan lúcidamente desarrolladas por Arendt– con las violentas y sangrientas represiones perpetradas, desde hace 17 años, por el régimen del MAS? Las respuestas pueden ser múltiples, tanto teóricas como políticas, y ya hay una excelente nota al respecto, de Renzo Abruzzese, titulada precisamente “Los grupos de choque en el Estado totalitario” (El Deber, 10 agosto 2021). Con este sugestivo antecedente, vamos a concentrarnos en la operatividad no (por ahora) de la represión policial (no olvidamos Chaparina, ni Takovo Mora, menos Adepcoca), sino de los violentos grupos de choque aviesamente digitados por el gobierno del MAS.
Si bien desde el 2011 las principales víctimas de la represión y la violencia –estatal y gubernamental– han sido y son los pueblos y comunidades indígenas, cuyas territorialidades ancestrales están siendo impunemente avasalladas, despojadas y usurpadas por los colonizadores (mal llamados interculturales), principalmente en tierras bajas (no olvidamos Mallku Qhota, ni al tata Cancio Rojas, menos a las valientes Madres de Achacachi); por hoy, nos interesa develar el accionar delincuencial, cobarde y canallesco de las catervas masistas en relación con el noble trabajo de los periodistas.
No hay espacio para una relación medianamente sistemática de las múltiples agresiones y violencias sufridas por los trabajadores del periodismo bajo la férula del régimen masista. Bastará pues con referirnos a los violentos hechos ocurridos el martes 10 en la zona sur de la ciudad de La Paz. A propósito, hay una interesante crónica de Cecilia Lanza titulada “El cerco del MAS: crónica de una estampida” (Página Siete, 11 enero 2023), en la que nos revela (entre muchas otras cuestiones) el uso por parte de los masistas de armas de fuego (no sólo petardos) y la presencia física (en una clara demostración -impune- de intrusión e injerencia) de mercenarios argentinos.
¿Cómo operan las hordas masistas?, generalmente suelen empezar con la organización de jóvenes mal entretenidos, cuando no maleantes, casi siempre encapuchados y que acostumbran llevar petardos (entre otras armas no convencionales) para atemorizar y amedrentar a la gente de bien. Y, cada vez con más frecuencia y mayor impunidad, estas turbas, pandillas u hordas atacan –con una violencia aviesamente patibularia– a los reporteros de los canales de televisión y al conjunto de los periodistas.
“Casi todas las semanas se registra algún evento de vulneración al trabajo de la prensa. Se trata de todo tipo de violencia, desde agresiones físicas que impiden la cobertura, como golpes, destrucción de imágenes o de equipos, insultos y pedradas, cuando no secuestro (como sucedió en el caso Las Londras), hasta flagrantes atentados contra la integridad de los periodistas, como sucedió hace unos días en inmediaciones de La Guardia en Santa Cruz”. (Página Siete, 11 noviembre 2022).
El caso más grave sigue siendo el secuestro y la tortura de periodistas por parte de los terroristas de Las Londras, donde fueron atacados por un grupo de mercenarios, tipo comando de encapuchados armados con fusiles de asalto. Ahí, los periodistas fueron golpeados, violentados y torturados por más de siete horas y también sufrieron la destrucción de sus cámaras para que no haya registro alguno de los vejámenes y menos de los delitos, atentados, abusos, violaciones, agresiones y prevaricaciones y que hasta hoy continúan en la más absoluta impunidad.
Este conjunto de agresiones y violencias aviesas nos revela al menos un par de cuestiones estratégicas. Una, si bien los grupos de choque del masismo agreden, atacan y perpetran –generalmente en patota y de manera salvaje, despiadada, violenta y además impune– hay que decir y reiterar que no son grupos espontáneos y/o dispersos, aún cuando la espuria denominación de “autoconvocados” pueda inducir a tal equívoco, no señores, se trata de cuadrillas muy bien preparadas, organizadas, dirigidas y obviamente armadas y cuyas tácticas u operaciones de combate están próvidamente planificadas. Como bien dice la senadora Andrea Barrientos, las hordas masistas no son sino “grupos de choque organizados para matar”.
Otra cuestión, si bien los grupos de choque del MAS están conformados mayoritariamente por funcionarios públicos, que reciben sueldo de nuestros impuestos, se debe distinguir
–como nos recomienda Carmen Crespo– los grupos de choque (burócratas del gobierno) de los paramilitares a sueldo del fascismo azul: Columna Sur, Satucos, Jichis, Generación Evo, etcétera. Son pues estos paramilitares los que dirigen a los empleados públicos en las arremetidas violentas, salvajes y cobardes contra la población inerme y desarmada.
Ya no hay espacio para pergeñar las propuestas en torno a qué y cómo hacemos para resistir la fascistización del régimen MASista, lo haremos pues la próxima.