Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: sábado 14 de enero de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Ya se ha hablado del significado para el país de la cobarde detención y encarcelamiento del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, momento en el que la fuerza de todo el Estado se concentró para doblegar a una sola persona. Se ha dicho con razón que fue un quiebre de tal magnitud a los derechos y libertades propios de una democracia, que ha puesto al gobierno actual en el mismo nivel que los precedentes gobiernos del MAS. Luis Arce pasará a la historia boliviana con el mismo estigma tiránico que ya cruza la faz de la memoria de Evo Morales.
Hay que recordar que Camacho ha sufrido esta acción por un crimen que no existe. En 2019, se limitó a conducir una movilización popular contra el fraude del MAS, un ejercicio de los derechos de expresión y políticos que están ampliamente garantizados por nuestro ordenamiento jurídico.
No se ha hablado todavía, en cambio, de lo que este hecho significa para la oposición al masismo. Quiero abordar este tema en este artículo.
La primera respuesta de la oposición al abuso contra Camacho no solo ha sido oportuna y correcta, sino que marca lo que debería ser la estrategia de todas las fuerzas democráticas en el futuro.
Recordemos que esta respuesta consistió en un pronunciamiento conjunto —el primero después de mucho tiempo— de varios partidos, autoridades y ex autoridades, y de líderes políticos opositores. En concreto, los expresidentes Carlos de Mesa y Jorge Quiroga, el primero de los cuales es también dirigente de Comunidad Ciudadana, así como Samuel Doria Medina, de Unidad Nacional; Edgar Guzmán, del FRI; Rubén Costas, de Demócratas; y Miguel Navarro, de Creemos, además de varias autoridades subnacionales: Zvonko Matkovic, Iván Arias, Johnny Torrez, Lola Terrazas y Oscar Montes, firmaron el comunicado. En él hizo explícito el compromiso de todos ellos de trabajar por la unidad “ideológica y organizativa” en torno a la construcción de una alternativa contundente y victoriosa al autoritarismo del MAS. Este pronunciamiento puede constituirse en la semilla de un frente único opositor que acabe de una vez con la peor etapa de la historia democrática del país, dominada por un partido que no cree en el Estado de Derecho, sino en un poder desnudo de legalidad y controles; un partido que, además, embriagado por su éxito, se ha convertido en escalera de corruptos, oportunistas e incluso delincuentes que, amparados en las fracturas sociales del país, han encontrado el secreto de una impunidad permanente. Un partido que, en la última fase de su descomposición, se encuentra en cisma por la disputa de sus miembros por pegas y recursos. Un partido, en definitiva, que ya no trae a Bolivia más que sufrimiento y empobrecimiento, que debe ser superado y dejado atrás para que el país pueda respirar nuevamente con libertad y entusiasmo por el futuro.
La unidad es la principal necesidad de la oposición para poder expresar al 45% de la población que votó en contra del MAS en 2020 y a los cientos de miles de electores adicionales que hoy, a la luz de todo lo sucedido en los pasados dos años, están listos para apoyar el comienzo de un nuevo ciclo histórico.
Varios analistas que se han manifestado en estos días han expresado sus dudas sobre las posibilidades de la oposición, fragmentada como está ahora, para aprovechar la decadencia y el cercano final del modelo masista. El mejor desmentido a este diagnóstico negativo sería la demostración de que el compromiso unitario que he mencionado no es, como decimos, un “saludo a la bandera”.
La unidad no será fácil. Tendrá que imponerse a la fuerte resistencia del gobierno, que recurrirá a todas sus cartas y empleará todos sus recursos para impedirla. Ya vimos, en la preparación del pronunciamiento opositor, que varias personas y organizaciones que deberían haber firmado no lo hicieron, mostrando que el control de la justicia y de los puestos estatales por parte del MAS sigue siendo un escollo difícil de superar para los demócratas.
La unidad también tendrá que imponerse a las tendencias sectarias y a la mezquindad de quienes prefieren tener el todo de nada que una parte del todo.
Sin embargo, hoy que el desprestigio oficialista —en sus dos alas— no tiene vuelta y es percibido claramente por la población; cuando la luz que se ve al final del túnel no deja de crecer, todo dependerá de la audacia, la responsabilidad y la honestidad de quienes ocupan la vanguardia opositora y están, en su mayoría, representados en el compromiso firmado.
¿Seremos capaces de aprovechar la ventana de oportunidad que se ha abierto y generar un gobierno que libere y reivindique a los presos políticos del masismo? ¿O los dejaremos languidecer en las cárceles del autoritarismo por décadas? No podremos responsabilizar de lo que ocurra en las próximas semanas y meses a nadie más que a nosotros mismos. De lo que hagan hoy los líderes de la oposición depende, sea esto dicho sin retórica, el futuro político del país.
es la principal necesidad de la oposición para poder expresar al 45% de la población que votó en contra del MAS en 2020