Medio: Asuntos Centrales
Fecha de la publicación: miércoles 07 de diciembre de 2022
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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A diario las sentinas del MAS rebalsan y su fétido olor contaminan el ambiente. A borbotones la miseria de sus parlamentarios, dirigentes y miembros del mal llamado instrumento político de los pueblos, inundan las pantallas y columnas de los medios con sus disparates, acusaciones burdas, denuncias de corrupción, miseria humana, chantajes, extorsiones y una larguísima lista de ilegalidades e irregularidades con la ley, la constitución del Estado y; sus comportamientos violan, de manera sistemática, la estabilidad de instituciones llamadas a preservar el orden constitucional, la justicia y el régimen democrático del país.
El masismo ha sido exitoso para asegurarse el control del gobierno, pero ha fracasado miserablemente en sus funciones representativas y en el fortalecimiento del orden constitucional. Una clara señal que, ojalá, desaliente los fanatismos, la demagogia y los radicalismos de todas partes que solo conducen a la violencia y al caso social.
Construir un futuro cierto, confiable y de progreso en común, exige – de todos nosotros como bolivianos que somos – recomponer los lazos políticos y sociales como una condición sine qua non para enhebrar acuerdos que permitan encarar la gran reconstrucción económica y política que nos saque del pantano en el que estamos sumergidos, por culpa de angurrias de poder, servilismo y miserias político partidarias.
La crisis es profunda. Y la insatisfacción con la representatividad ataca el corazón mismo de la legitimidad de la autoridad en todos los estamentos públicos. La labor del Contralor General, del Procurador, del Defensor del Pueblo, de los parlamentarios, jueces, fiscales y policía y militares está embarrada. La mugre es tan profunda que cuesta creer en una renovación o cambio mínimo que reflote, aunque sea un poco, la jurisdicción, la competencia técnica, la certidumbre, la idoneidad de autoridades y, la consecuencia del respeto irrestricto a la ley.
El mundo de hoy es cada vez más complejo y peligroso. Estamos rodeados de cisnes negros. El futuro es amenaza, conflicto. Lo que parece imposible se torna probable.
En menos de dos días presenciamos cómo la corrupta ex presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner fue imputada con seis años de cárcel y una prohibición de por vida para ejercer cualquier cargo público y, al día siguiente, en menos de tres horas el ex Presidente del Perú, Pedro del Castillo tramó un auto golpe que le salió por la culata, fue apresado por la policía peruana y la vicepresidente Dina Boluarte asumió el cargo. Todo en 24 horas.
Pareciera que no hay tiempo para poder vivir en democracia. En un sólida y verdadera democracia. Las autocracias siguen cabalgando sobre las cabezas de los ciudadanos, pisoteando libertades, derechos, persiguiendo, acusando y sumiendo a todos en el horror al ver a cenutrios conduciendo las riendas de un país o de una región.
Una mirada a la región muestra que la debacle de los partidos tradicionales desató la radicalización de los extremos del arco político. México, Venezuela, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Colombia y, claro, Bolivia. El centro se debilita y los extremistas crecen.
Bolivia está en una suerte de trampa siniestra del masismo. Tiene secuestrada y corrompida a todos los poderes del Estado – herencia evista de atropellar con todo vestigio de respeto a la ley y a la idoneidad del funcionario público – y ahora los bolivianos estamos ahorcados y vemos cómo el país no tiene ninguna posibilidad de revertir el plano de decadencia al que se desliza inevitablemente. El censo sólo fue una pequeñísima muestra de la gigantesca degradación estatal de su incompetencia, inoperancia y negligencia masista.
¿Podremos salir de esta trampa infausta del masismo y que, literalmente, jodió a todo el país? No lo creo. El daño es muy profundo.
Texto de Javier Medrano – Periodista