En tiempos en los que los valores morales parecen cada vez más escasos, la gente que no está comprometida con bandos políticos, y todavía tiene esperanzas en alcanzar prosperidad en nuestro país, dice que habría que echar mano a la inteligencia, que es considerada como un atributo inherente a los seres humanos.
La inteligencia se ha definido de muchas maneras. Inteligencia es, por ejemplo, la capacidad cognitiva y el conjunto de funciones cognitivas como la memoria, la asociación y la razón. Y en términos más generales, también es la capacidad de resolver problemas, planear, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender de la experiencia.
Lo cierto es que todos los seres humanos tienen inteligencias múltiples, pero cada uno con predominancia de una o varias y las combina y usa de diferentes maneras. Sin embargo, no debemos usar el término “inteligencia” en lenguaje oblicuo para confundir y encubrir realidades concretas, a manera de dar realce o alguna dignificación a lo perverso y pútrido.
La inteligencia moral incluye otros componentes, como la ponderación, moderación y mesura, el equilibrio y la templanza, la cordura, el saber escuchar, un cierto distanciamiento de lo inmediato para ganar en objetividad, y la armonía, evitando innumerables ausencias morales pues siempre existirán personas que se desconectan en sus vidas de la dimensión moral para justificarse.
En ese sentido, es menester llamar a las cosas por su nombre. No hay que confundir persona inteligente con un bribón, ruin o galopín. Y tampoco caer en el fatuo envanecimiento de creer que es exquisitez, genialidad, gran estrategia letal o sagacidad resolver los problemas, si por debajo (internamente) hay corrupción o hipocresía disoluta (simulación, tibieza y permisibilidad en la corruptela) para abordar aquellos conflictos que se solucionan, pues no debemos olvidar que lo externo es tan solo simple fachada o apariencia.
Si bien el semblante podría fingir que todo es pulcro, cuando la inteligencia se dirige hacia la corrupción, es decir, al enriquecimiento fácil, aun violando las leyes, el ser humano está internamente podrido.
También podríamos hablar de hipocresía cuando el comportamiento es de forma contraria a los valores sostenidos por el mismo individuo o de actuar en consonancia con principios que al mismo tiempo se critican, escondiendo sus intenciones, su verdadera personalidad.
Lamentablemente, muchas inteligencias en los últimos tiempos han sido usadas en sentido negativo. Así, una organización política ha estructurado un proyecto de poder que se basa en la reelección indefinida, pasando por alto la necesaria alternancia en el poder para posibilitar que haya miradas múltiples en su ejercicio.
Y, curiosamente, en los últimos años incluso se ha desechado la inteligencia, el talento o la preparación intelectual en el desempeño de la función pública.
Nuestros niños y jóvenes merecen mejores modelos de vida a seguir que aquellos que ofrecen trivialidades y visualizan los eventos serios o trágicos con complacencia o indiferencia, lo cual se enfervoriza en modas, estilos, tendencias o conversaciones livianas, sin un valor sólido y fuera de un marco constructivo. (R)