Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 25 de julio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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El odio es un sentimiento que por definición nos lleva a disociar, a separar y a destruir. El racismo es casi siempre velado y embravecido; esconde su verdadera intencionalidad.
A lo largo de estos últimos tiempos, las contradicciones entre k’aras e indios son esgrimidas para mover las pasiones -del odio y racismo- de una y otra parte del pueblo. Los discursos, hechos y actos políticos que exacerban la frustración de quienes se ven desfavorecidos por los procesos históricos, generan comportamientos hostiles y mezquinos contra quienes no son como ellos -por ejemplo: “el desprecio por… es el desprecio a las polleras, es el desprecio al color de piel…”- no condice con los elementos básicos de una democracia real y la conducción patriótica de un país.
Para los ideólogos del nuevo sujeto histórico -campesino, indígena, indio, originario, de quienes nadie desconoce la recuperación de su dignidad e identidad, de sus aspiraciones y de sus derechos humanos, y políticos fundamentales- les es conveniente utilizar en la retórica política el odio y el racismo como fuerza política. “Los ideólogos contingentes han migrado de la reivindicación de la plusvalía a la diferencia en la cantidad de melanina”.
El odio que se instrumenta en el “racismo institucionalizado y político -penetra la vida de las instituciones, seleccionando a quienes deben participar de ellas y quienes no, por exclusivas razones raciales…”- puede descender al terreno de la venganza, la injusticia y el escamoteo. Las ideas racistas ya no son sólo de grupos marginales o selectos; impregnan la vida política.
El odio y el racismo, en el contexto político, están de manera directa controlados y dirigidos por dos objetivos: tomar el poder político o reproducir el poder. Entonces surge una interrogante: “¿la democracia estará amenazada por ideologías racistas y conductas autoritarias?”.
Acaso, los conductores -elegidos democráticamente- olvidaron del significado de patria, patriota y patriotismo. Se olvidaron que patria es compartir con el otro nuestros orígenes y nuestra tierra. Se olvidaron que patriota es quien ama servir a su patria. Se olvidaron que patriotismo es un valor de identidad, pertenencia y hermandad.
En consecuencia, también se habrán olvidado del compromiso humano-social asumido: servicio, solidaridad y responsabilidad, que implican el amor, la honestidad, la fraternidad y la integridad, que son propios de todo ser humano sano y comprometido con sus semejantes.
El odio racista no debe ser parte de nuestra vida porque traerá la desconfianza, la desilusión, la destrucción y la muerte.