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Medio: Urgente BO
Fecha de la publicación: domingo 25 de diciembre de 2022
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Marchas, bloqueos, paros y otros
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La lógica perversa de buscar siempre ganadores y perdedores, en un sistema político miserable, con instituciones decadentes y un Estado profundamente degradado, nos conduce a la equivocación de creer que - en medio de una severa crisis social originada por los operadores masistas y agravada por todos los actores civiles y políticos de todos los bandos -, se han sacado ventajas o incluso llegar a creer que se han ganado batallas. Nada más absurdo. Nadie ganó. Todos hemos perdido y seguimos perdiendo.
Perdimos porque llegamos a la tristísima realidad de que somos cada vez más un país incivilizado, que no es capaz de resolver sus problemas en una mesa, dialogando, discutiendo con altura de miras. Intercambiando criterios. Consensuando, concertando. Esa es la labor fundamental de los políticos. Acordar soluciones para el bien común y de un país. Pero no, la realidad nos arroja asambleístas desaforados, viles. Ministrillos guarreros que creen que ganaron por engañar al otro. Creen que ellos vencieron por estafar al otro, por creer que se gana haciendo trampa al otro. ¿Pero qué clase de personas son? Cómo miran a sus hijos o esposas. ¿¡Gané porque soy un pícaro!?
Perdimos porque debemos salir a las calles, protestar, llevar adelante un paro cívico indefinido, cerrar empresas, detener todo el aparato productivo de toda una región y generar incertidumbre, caos y odios y rencillas entre unos y otros. Pedimos porque dejamos de trabajar. Porque salimos con palos a defendernos de la policía mafiosa, de los jueces y fiscales gorrineros. ¿Cree alguien en su sano juicio que se ha ganado algo? ¿Es tan diminuta la conciencia social de los bolivianos? ¿Incendiar un país es ganar? ¿Parar una región es ganar?
Perdimos porque descubrimos que las instituciones llamadas a trabajar de manera eficiente, proba y en estricto cumplimiento de las leyes y de sus funciones, no hicieron absolutamente nada. Se dedicaron a mentir, tergiversar, torcer datos y llevar al cadalso al mayor experimento estadístico de un país: un censo. Nada está dicho y hasta me atrevería a sostener que el Gobierno no está en condiciones de llevar el censo en marzo del 2024. Todo en ellos es falsedad. Mentira. Engaño. Son unos embusteros.
Perdimos porque el Estado masista, en su discurso demagogo y hueco, insiste en creerse la mentira de ser un agente del progreso, cuando en realidad se ha convertido en un cómplice de la decadencia política y partidaria. Rechazan cualquier criterio elemental de eficiencia tildándola de “neoliberal” y de “derecha golpista”, distorsionando permanentemente todas las actividades económicas, políticas y sociales de otros sectores que no son los provenientes de los narco cocaleros chapareños. Son unos gaznápiros y misofónicos.
Perdimos porque desde las esferas del poder, se confirma a diario cómo los masistas pandilleros carecen de cualquier proyecto que pueda revertir la pobreza estructural al que nos encaminamos si no hay cambios definitivos. Las subvenciones a la gasolina y el diesel superarán los mil millones de dólares, cada vez vendemos menos gas, las reservas del Banco Central de Bolivia están en el piso y la inflación se está disparando. Ya tenemos más de 600 mil empleados públicos y el Estado en su presupuesto de la nación para el 2023 ya anunció que incrementará mucho más este porcentaje. El Estado es una agencia de empleos para mediocres, corruptos, mafiosos y delincuentes. Eso sí. Todos sonríen con sus puños en alto y bailan en la plaza murillo con megáfono en mano, muy propio de las víctimas de algún lisérgico.
Quiere otro ejemplo de derrota: Twitter y Facebook, los grandes de las tecnologías han hecho fuertes recortes de personal. Y, ahora, el Banco Unión, comparada con ellas, es la entidad boliviana que tiene más personal que esas corporaciones mundiales con cerca de 6 mil empleados. Un insulto a la eficiencia y productividad de Bolivia. Sin mencionar a todas las empresas estatales improductivas.
Hemos perdido porque la politización del uso de recursos estatales, municipales y de gobernaciones ha pulverizado cualquier criterio de eficiencia en la inversión pública y cuyo único objetivo parece ser alimentar el despilfarro bajo excusas risibles. Desde regalar computadoras inservibles, hasta montar empresas estatales deficitarias, ampliar bonos y subvenciones; tener gobernaciones quebradas junto a universidades públicas que, en lugar de ser centros de investigación académica y científica, son reservorios de mediocridad y supernumerarios insulsos.
Hemos perdido porque es tan fuerte este proceso de involución social y de deseducación masiva que cabe preguntarse, con el Jesús en la boca, cuánto hay en ella de una decisión que prefiere consolidar la ignorancia como sustento político y cristalizar la mediocridad para luego hundir a todo el aparato estatal, municipal y gobernaciones en la ruina. Esto es inadmisible ya que sólo provoca más desigualdad y pobreza en todos los frentes.
Hemos perdido porque la Procuraduría General, la Defensoría del Pueblo, la policía, los militares, la justicia han abandonado a todo un departamento. Han humillado. Han golpeado. Han perseguido. Han escupido en esta tierra bendita de Santa Cruz que da de comer a todo el país. Para todos ellos el olvido y la desidia. Viven en sus cuevas, aferrados de sus garrotes. Son nada. Son polvo. Son tierra muerta.
¿Qué nos queda? Labrarnos nuestro propio destino. Depender sólo de nosotros. Debemos pedir que se constituya el comité Nacional Interinstitucional para el seguimiento, control y fiscalización del censo 2024. Es prioridad absoluta. Mientras tanto, debemos estar cada vez más unidos y demostrar que somos un pueblo de fe, de hospitalidad con los respetuosos; un pueblo bravío, de frente en alto y, sobre todo, sentirnos empoderados por nuestras luchas permanentes porque jamás doblaremos la mano y menos la cabeza. ¡Viva Santa Cruz carajo!