Medio: Opinión
Fecha de la publicación: domingo 27 de noviembre de 2022
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Departamental
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Han pasado 13 años desde que un grupo de ineptos se “inspiraran” para establecer la nueva Constitución Política del Estado en el 2009, a pesar del tiempo transcurrido nada se mueve en el sentido del Estado Plurinacional. La debilidad de los conceptos y propuestas en torno a este Estado no establecen fundamentos sólidos para la construcción de lo plurinacional, el Estado es mucho más que 36 naciones que existen con el concepto indivisible de lo indígena originario campesino, que tienen derecho a la autonomía y al autogobierno. Por supuesto que el Estado es mucho más que un modelo centralista que no puede consolidar lo plurinacional, es más, el centralismo se ha esforzado en construir formas de gobierno autoritarias, separatistas y xenófobas.
El cabildo cruceño del 13 de noviembre de 2022 ha dejado como registro histórico el planteamiento de “revisar la relación con el Estado boliviano”. En términos sociopolíticos ¿Qué significa esto? ¿Cuál es el horizonte que se traza? Acaso debería significar que el pueblo cruceño plantea al país un renovado espacio para la construcción del nuevo Estado boliviano del siglo XXI, es la solución federalista la alternativa para integrar la nación en su diversidad y pluralidad. Es quizás tiempo de institucionalizar al Estado en todos sus órganos y niveles, además de originar que cada uno de los nueve departamentos pueda cultivar un modelo propio de desarrollo e institucionalidad local. O es simplemente la necesidad de profundizar o perfeccionar las autonomías y de exigir el “pacto fiscal”. Lo cierto es que el contexto en que se ha planteado la propuesta está una reivindicación pura de la democracia y como un solemne rechazo al autoritarismo del Gobierno, al parecer se está cuestionando la Constitución y la relación ciudadana con el Estado, simplemente plantea una reforma constitucional.
Una nación es una “comunidad humana generalmente establecida en un territorio, unida por lazos históricos, lingüísticos, religiosos, económicos en mayor o menor grado, regidos por una misma constitución y titular de la soberanía”. Luego de nuestra independencia en 1825, no ha habido grupo humano dentro del territorio boliviano con la capacidad de conformar otra nación diferente a la nación boliviana, al contrario, el sentido de integración ha sido cada vez mayor con factores de cohesión religiosos, educativos, económicos, productivos y de concentración humana, especialmente en el eje urbano, sin olvidar hechos históricos que contribuyeron a esta integración, la Guerra del Chaco, la Revolución del 52 con reforma agraria incluida y la Participación Popular que permitió un mayor acceso a recursos económicos y a representación política en todos los niveles.
Planteadas así las cosas, habrá que tener claro que el fin de toda esta lucha debe ser la construcción de un Estado institucionalizado, plenamente democrático y sujeto al Estado de derecho, donde el poder tenga limites para su ejercicio y esté distribuido en distintos órganos y niveles de gobierno, local, departamental y nacional, para que nadie pueda concentrar el poder y establecer un régimen autoritario. Para ello, tanto la autonomía como el federalismo son sistemas que favorecen un mayor ejercicio democrático. En la medida que se ejerzan sus competencias y se establezca un régimen claro de financiamiento que aseguren la autonomía fiscal de los gobiernos autónomos, será mucho más fácil que los nueve departamentos tengan las condiciones de adoptar el régimen federal, sin que por ello se afecte la unidad del Estado nacional, debe posibilitar que cada departamento tenga su propio proyecto y modelo de desarrollo
Sostener que Bolivia no quiere a Santa Cruz es una falacia, no se puede construir un proyecto destruyendo el Estado, el debate está abierto y debemos ser claros.
TIBURÓN
FERNANDO BERRÍOS
Politólogo