Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 20 de noviembre de 2022
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Departamental
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Reducir la resistencia ciudadana al término “pititas” es un grave error; no existen “pititas”, lo que existe es ciudadanía, sostiene el autor
El paro cívico en Santa Cruz, en tanto modificación de la realidad cotidiana de la ciudad, juega dentro de la política boliviana un papel similar al que ejerce una exposición artística de vanguardia en el mundo de la cultura: le fuerza a cambiar el sentido de la conversación. Deja expuesto algo que no se había llegado a ver o decir. Exhibe un conjunto de ideas y sensaciones que se vinculan libremente, siendo expresadas en el espacio a través de una serie de corporalidades, objetos, letras, archivos audiovisuales, símbolos y otros recursos.
Expuso a la vista al gobierno del MAS en su afán desleal por asegurarse el poder y la reelección. Se dice gobierno de la “revolución democrática cultural”, pero queda clara su incapacidad para leer una gota del devenir-revolucionario que cruza por esta tierra multicultural. Qué clase de izquierdistas son estos y qué pobre sensibilidad. No le molesta tanto al cruceño el autoritarismo del oficialismo como sí el vacío total de ideas y de proyecto que ha dejado clarito. Es que además no se puede gobernar en un país donde no se lo conoce.
La sensibilidad muy alerta del que vive en tierra cruceña le queda muy grande a las mañas baratas que ensayan comunicacionalmente desde el gobierno. Arce no se siente gobernar en Santa Cruz. Su estilo aquí no tiene cabida. Esto lo debe detectar él mismo en el momento que entra en el espacio aéreo del departamento. ¡Qué bien le vendría a Arce viajar a Santa Cruz en bus desde La Paz! Y salir en bicicleta a manejar por la ciudad. Y visitar las poblaciones del departamento sin otra pretensión que la de maravillarse.
Cuando alguien reduce el asunto de la resistencia ciudadana al término “pititas”, demuestra que no puede ver más allá de lo que observan sus ojos. Pues no existen “pititas”, lo que existe es ciudadanía. Porque durante un paro cívico, la pita atravesada en la calle ya no significa solamente pita, así como las llantas, los montones de tierra, las banderas y las ramas de árboles han dejado de significar lo que simbolizan por sí solas en una situación normal. El doble papel que juegan es a la vez funcional y simbólico: sirven para tapar el paso a las movilidades y los motociclistas, pero por otro lado son una instalación contemporánea que modifica el espacio, reordena los modos de habitar y de vincularse en ese espacio. Claro que el elemento esencial y cohesionador de todo ello son los vecinos, quienes se dedican a cuidar los puntos de bloqueo.
Los cruceños y quienes ya nos vinculamos aquí, nos armamos de compromiso y sentido de perseverancia. Se entendió que la capacidad para movilizar la detención de las actividades era la fortaleza, más que cualquier dirigente. Es lo que Carlos Valverde resaltó como “la desorganización organizada, o red anárquica”. El rizoma deleuziano. Algo con vida propia desde el momento en que se pacta que la ciudad va a parar. Pero necesita alimentar de combustible su desobediencia civil, para eso está el cabildo. Sin ruta clara, el paro languidece los días, congela proyectos y genera una sensación de encapsulamiento, de suspensión de la vida. Pero todo ello, incluyendo su estabilidad económica, lo sacrifica el individuo que para –incluso si continúa laburando por medio del teletrabajo– con tal de ejercer su ciudadanía: el derecho de intervenir en la política del país. Por estos lados eso es algo valioso todavía.
¡Qué romántico! objetarán algunos: pero si cobran dinero los abusivos de modo clandestino para pasar en algunas zonas; o que son agresivos si no te bajas de la bicicleta; o que algunas mujeres fueron objeto de acoso verbal al pasar por las rotondas, o que alguien le haya metido la mano pasando veloz con la bicicleta. Todo ello es reprochable que suceda. Pero no se debe caer en la falacia de definir al todo por los casos particulares.
Hay muchos otros elementos que valorar. Y claro que hay vagos y mala vidas que ante tantos días parados comienzan a buscar horas y lugares para aprovecharse. El paro cívico no los puede hacer desaparecer por acto de magia, el paro no es un espacio angelical que convierte a los malos en buenos. Muchos de nuestros problemas en paro, dejan expuesto al innombrable alcalde de la ciudad.
Y pese a los inconvenientes y abusos, el paro ha mostrado una ciudad un poco más segura gracias a la vigilia de los mismos ciudadanos. ¿Quién puede negar que las primeras semanas de paro se siente el aire primaveral por una bajada en la tensión del ritmo cotidiano? Calles más silenciosas, el trinar de los pájaros nocturnos y calor tropical, el espacio público para los peatones; vecinos que se reencuentran, o se conocen; aire más limpio, fuera ya el transporte público motorizado; las bicicletas protagonistas en una ciudad donde no existen vías para su circulación. Aire algo más fraternal.
La conciencia del momento presente que transcurre pasa a ser algo compartido, el individuo deja de ser un grupúsculo apartado lidiando solo con sus penas, deudas, aspiraciones y decepciones. Ahora encuentra un renovado lugar común donde el problema es de todos. Niños, adolescentes y jóvenes de todas las edades ahora están también un poco más pendientes de los noticieros, hablan de política en sus colegios, y reniegan contra su gobierno. ¿Acaso no pensará Luis Arce que la juventud boliviana los está viendo mentir?
Los ciudadanos fueron encontrando un equilibrio interno para que funcionen todavía algunos rubros, pero manteniendo la consigna del paro cívico. Fue un paro híbrido, un paro cívico 2.0, porque usó las habilidades y recursos que nos obligó a aprender la cuarentena rígida de la pandemia. Hubiera sido un paro más filosófico si no hubiera sido porque lo violentaron los ataques del MAS, todo el terrorismo de Estado en general, la difusión de mensajes confrontadores por los medios de comunicación.
Nada de ello, sin embargo, fue más fuerte que el devenir revolucionario que recorre a Santa Cruz, porque los logros de un devenir no se miden por los resultados, sino en los procesos, por lo que han empezado a transformar, aunque no nos demos cuenta aún.