Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 11 de noviembre de 2022
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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“Quizás algún hombre necesitó toda una vida para reunir varios de sus pensamientos, mientras contemplaba el mundo y su existencia y, entonces, me presenté yo y en dos minutos, ¡Zas! Todo liquidado”. (Fahrenheit 451)
Fahrenheit 451, es una novela que no solo hace referencia a la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y se quema. También al insoportable sofocamiento de los sistemas políticos mesiánicos e impostores que, cuando imponen su ley, devastan y deterioran las libertades.
Con frecuencia, la realidad supera a la ficción. La referencia de Fahrenheit 451 se acomoda a muchos episodios nefastos de la historia: la censura de libros en Estados Unidos, la quema de libros en la Alemania nazi, los gobiernos de facto en Latinoamérica que impusieron e imponen su ley y su poder.
Fahrenheit 451, paradójicamente, es símbolo de libertad, de ironía y de crítica a sistemas de gobierno manejados por un capataz.
‘La lectura y la información fidedigna en la sociedad provocan angustia en las personas con poder ’.
El Big Brother se desata en ira cuando hay desacato. Debe existir un silencio y una ‘armónica’ aceptación. Los que no están con “el proceso de cambio” están con el imperialismo, con la derecha o la oposición desestabilizadora, entonces son declarados enemigos del ‘cambio’.
George Orwell plantea los círculos de poder exclusivos, corruptos y excluyentes que no hacen otra cosa que filtrar las acciones, las libertades, apartando de la participación democrática a todo un pueblo, marginándolo y atemorizándolo con la mirada omnipresente del gran hermano. Los proles, como los llama Orwell, están predestinados a la miseria y a la intimidación, impidiéndoles desarrollar un pensamiento crítico. El Estado se encarga de anular todo derecho y los predestina a una vida sin justicia y sin esperanzas .
Evo Morales y el MAS se encargaron de minar el disenso y la pluralidad de ideas, el debate político público y la libertad a asumir una opinión o posiciones diferentes. Evo, logró concentrar el poder político, económico y mediático, utilizando el consentimiento y la aceptación de sus ‘bases’ como coartada ‘legítima y participativa’ para asumir determinaciones taxativas y autoritarias.
Su visión ubicua sobre democracia todavía está referida a una elite que legitima exabruptos y que además está hecha a imagen y semejanza de su dedo acusador.
“La política de una democracia que implica desacuerdo, que promueve la sinceridad, ha sido sustituida por la psicoterapia. Lloremos juntos. Pero no seamos todos juntos unos estúpidos”. (Susan Somtag)
Esta coyuntura que aún se encarga de degradar los valores éticos, políticos, sociales y de justicia, está como el Jefazo siempre quiso que estuviera: caótica, autoritaria, amenazadora, injusta y amordazadora.
¿Qué somos? ¿Qué estamos haciendo?
¿A qué aspiramos? ¿Cómo estamos forjando el devenir de esta Bolivia?
¿Compartimos interrogantes comunes?
¿Nos mueve el presente como proyector del futuro?
En este país de paradojas, el ciudadano se siente atrapado entre la luz y la oscuridad, oscila entre poderes y fuerzas contrarias. Esta Bolivia que sufre su tiempo de falsos procesos de cambio, aún no es capaz de procesar un cambio de mentalidad, de acción, libertad y justicia.
¿A qué temperatura arde la democracia?
¿A qué temperatura se quema la libertad de prensa y de expresión?
Evo, el MAS y Catacora que parecen enemigos íntimos, ya encendieron el cerillo que lo provoca. El régimen ha entrado en una verticalidad indiscutible.
Los constantes ataques a la prensa y el intento de amedrentarla se están haciendo cada vez más evidentes. Para los gobiernos autoritarios y déspotas, los pesos y contrapesos en la institucionalidad democrática son un peligro inminente, les incomoda, les molesta. La prensa independiente, es un contrapeso necesario para seguir creyendo en la transparencia. Cuando todo se torna azul electrizante, se hace necesario asirse a una claridad ética, equilibrada, denunciante y veraz.
Esta es la Bolivia irresuelta. La que difícilmente se librará de la figura del caudillo, del caudillismo, de un feudalismo que se traduce en esa relación de amo y esclavo, capataz y pongo.
Aquí, dice Octavio Paz, en su ensayo “El laberinto de la soledad”, conviven no sólo distintas razas y lenguas, sino varios niveles históricos. Hay quienes viven antes de la historia; otros, como los otomíes, desplazados por sucesivas invasiones, al margen de ella. Y sin acudir a estos extremos, varias épocas se enfrentan, se ignoran o se entredevoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Bajo un mismo cielo, con héroes, costumbres, calendarios y nociones morales diferentes, viven “católicos de Pedro el Ermitaño y jacobinos de la Era Terciaria. Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía. A veces, como las pirámides precortesianas que ocultan casi siempre otras, en una sola ciudad o en una sola alma se mezclan y superponen nociones y sensibilidades enemigas o distantes” (...)
Ese, también, es el similar destino del laberinto de la soledad en Bolivia.
Aquí es donde se me hiela la sangre. Convertir la justicia en un instrumento de poder a gusto del cliente. Evo y sus elites lo hicieron con todo éxito. El de Arce Catacora continúa esa método. Pero añade otro riesgo inminente para la democracia, una continuidad que durante 14 años se constituyó en “programa oficial de gobierno”: callar a la prensa, amedrentarla y silenciarla. Encarcelar a los que no piensan como el régimen, subvertir el orden constitucional y tapar la mediocridad de una administración con líos de masistas viejos, viejos masistas y ‘jóvenes’ masistas en pro, no de defender la transparencia, la libertad y la democracia, sino de imponer otra camada de ‘baby’ masistas con los mismos propósitos y métodos que los del abuelo y jefe vitalicio, pero con un fuerte mensaje de renovación: ustedes ya robaron e hicieron ejercicio del poder absoluto, ahora nos toca a nosotros, a las nuevas generaciones y a los que estamos en el poder.
A dos años de gestión de Catacora, debemos creer, a pie juntillas, que esto ya comenzó. Bolivia está más fragmentada que nunca y con un rosario de conflictos irresueltos. El tema del censo se ha convertido en coartada perfecta para no poder explicar el descalabro político y económico del gobierno. Pero también se resiste a facilitar, a través del censo, una información precisa y real sobre el verdadero estado del país.
A dos años de gobierno, Catacora vive en una realidad paralela. Tiene un discurso pobre, demagogo y falso. Inventa un país que no existe y tiene una negación de los hechos totalmente desvergonzada e insultante.
Bolivia está quebrada en su estructura social, y política. Como un déjà vu, vislumbro el retorno al punto exacto en el que se inició toda esta penuria social y política en 2006.