Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 08 de noviembre de 2022
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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El presidente Luis Arce cumple este martes dos años de gestión, los que estuvieron marcados por la confrontación con los opositores, la pugna interna en el MAS y la lenta recuperación económica del país.
Durante el primer año de su gestión enarboló el discurso del “golpe” de 2019 y, por tanto, avaló la persecución de su gobierno contra los actores que impulsaron la transición tras la renuncia del expresidente Evo Morales. La expresidenta Jeanine Añez fue encarcelada en su primer año de mandato y sentenciada a 10 años de cárcel en su segundo año de gestión. Con ella también fueron encarcelados exministros, exjefes militares, exjefes policiales y exdirigentes sociales, entre ellos Marco Pumari y los integrantes de la Resistencia Juvenil Cochala.
Durante el segundo año de su gobierno, otro “golpe” ocupó los discursos del Presidente. Esta vez los acusados son los dirigentes de Santa Cruz, que exigen la realización del censo de población y vivienda en 2023 y no en 2024, como pretende el Gobierno. La demanda llevó a esa región a declararse en paro indefinido, el que ha sido combatido desde el Ejecutivo con un cerco en torno a la ciudad de Santa Cruz, bloqueos para sacar combustible y para botar la basura, con represión policial y con marchas que, pese a los anuncios, no pudieron llegar a la capital oriental.
Los dos golpes son una especie de fantasmas a quienes el presidente Arce ha dedicado buena parte de sus energías durante los dos primeros años de su gobierno. En el último conflicto, esa premisa le impidió dar solución a la demanda porque se propuso aplastar a sus enemigos considerados desestabilizadores.
Arce, sus ministros y sus legisladores aplicaron esta lógica no sólo con Santa Cruz, sino en cualquier escenario donde actuaron sectores o partidos no oficialistas.
Por ejemplo, en el conflicto de Adepcoca, en vez de acatar la ley, prefirió arremeter contra los cocaleros de Yungas, a los que reprimió con violencia, y cuando éstos reaccionaron con la misma fuerza, apresó a sus líderes para aplastar al movimiento.
En la Asamblea Legislativa se impuso la misma lógica. El oficialismo no hizo el más mínimo intento de concertación con la oposición; por el contrario, optó por el rodillo mayoritario y, cuando eso no fue suficiente, recurrió a la artimaña, por ejemplo, para elegir Defensor del Pueblo en ausencia de las bancadas opositoras. Y hubo casos en los que la Asamblea directamente fue ignorada, como cuando el presidente Arce nombró contralora general interina a una de sus funcionarias dependientes.
Otro de los frentes que ocupó las energías del presidente Luis Arce fue el interno. El jefe del MAS, Evo Morales, en su afán de recuperar el poder perdido en 2019 y de garantizar su candidatura para 2025, pasó de ser el promotor de Arce en la candidatura a ser uno de sus principales opositores.
La embestida de Morales llegó al Gobierno por diferentes flancos. Desde pedidos de cambio de gabinete, denuncias de complicidad con el narcotráfico y acusaciones de corrupción en contra de los colaboradores de Luis Arce fueron la tónica de una relación que pende de un hilo.
Por su parte, Luis Arce dejó de escuchar los pedidos y consejos de Morales. No hizo los cambios de gabinete solicitados y ni quiera destituyó a uno de los acusados de corrupción del caso ABC. Por el contrario, lento pero seguro, empezó a acercarse a los movimientos sociales para ganarse su fidelidad y, por último, ganó la pulseta en la directiva de la Cámara de Diputados, dejando fuera de juego al evismo. Está claro que está edificando su propio proyecto político.
Esas fueron las grandes batallas del Presidente durante estos dos años. Y, en contrapartida, no movió un dedo para cambiar el podrido sistema judicial que causa dolor a los bolivianos, tampoco fue implacable con los corruptos de su gobierno (caso ABC) y mantuvo un bajo perfil público, en desmedro de la transparencia gubernamental.
Arce, que llegó al poder con una alta legitimidad, bien podría pasar la historia como un demócrata y un estadista cabal, pero hasta ahora ha preferido seguir los pasos de Evo Morales, lo que le lleva a aplastar en vez de concertar.