Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 07 de noviembre de 2022
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Bolivia debe ser el único país que ha convertido el censo en una epopeya; no se si cuando este texto se publique estaremos viviendo una tragedia o un suspiro. El ciudadano Carlos Hugo Molina se preguntaba la semana pasada ¿por qué nos odiamos tanto? Y luego se refería a las por él llamadas incomodidades, bella manera camba de buscar una explicación al estado de odiosidad y anomia social que padecemos. Tampoco tengo una respuesta, pero me animo a señalar algunas pistas.
Mi alma o ajayu se ha perdido y debe andar vagando por ahí sin ganas de volver, pero, lo que podría ser una pérdida irreparable en el caso de una persona, comienza a parecerse a un drama sin final convertido en un extravío colectivo. Recuerdo que de niña, ante un susto, normalmente derivado de una caída o accidente, mi madre me acompañaba al lugar de la travesura con la prenda que vestía y llamaba a mi ajayu que solía aparecer con el primer heladero y zás, santo remedio. Esas fugas del alma por miedo se prevenían andando con el Jesús en la boca y seguramente funcionaban siguiendo unas reglas cósmicas que nunca superaban en número las de algunas anécdotas familiares. Pero ahora estamos ante la pérdida masiva de almas asustadas que parecen retornar desdobladas en las múltiples formas de malvados y malvadas (no olvidar la perspectiva de género) para poner en escena un viejo guion de odio, maltrato y desprecio “a los otros” y a nosotras mismas.
Lo ocurrido durante las últimas semanas, a propósito del censo, ha revivido las peores lacras clasistas, regionalistas y delincuenciales mostrando cada día una insoportable similitud entre gobernantes y gobernados, blancoides y mestizos, collas y cambas. Hemos visto seres desprovistos de alma capaces de ordenar el cerco, otros capaces de obedecer y cercar el pueblo, atentar contra la integridad de quienes protestaban, de reporteros y vecinos azuzados por autoridades del más alto nivel. Victimarios de hoy cobrando deudas milenarias. Odio presente con argumentos añejos y tramposos.
¿Cuáles han sido los miedos que nos han convertido en desalmados? ¿Perder las tres Pes del MAS? ¿Poder, Pega y Plata? El odio como ingrediente de los movimientos dizque sociales parece ser una adicción generalizada e inagotable fuente de energía. El paso de la violencia verbal a la física y a la persecución política es cuestión de horas. Los unos echan en cara su hospitalidad y refriegan su superioridad moral, los otros con argumentos de pureza racial actúan para arrebatar tierras y privilegios. Por suerte, cuando el desaliento nos vence, nos vuelve el alma al cuerpo gracias a un acto de sensatez que muestra una parte de la sociedad más sana, unida y con capacidad de dialogar. De hecho, el paro de Santa Cruz pudo ser un factor de cohesión, pero parece que están triunfando los expertos en dividir. En un país donde amamos a los machos, donde las mujeres regalan huevos y el Estado es impune se agradece las voces que piden diálogo, aunque estén disminuidas por quienes en el mejor estilo nacional, piden diálogo mientras gritan “guerra civil”. Esas son las que ocupan la escena política y nos impiden recuperar de la memoria las voces vitales de quienes podían marchar y abrir caminos, retroceder y negociar hasta el retorno de las almas. Es decir, hasta recuperar la calma. Y es que el ajayu, en el fondo, es la capacidad aun escasa de respetar al otro y a la otra en favor del abundante odio que solo beneficia a los innombrables.
Y sin negar la importancia del censo, mucho me temo que cuando este concluya constataremos que la pobreza ha aumentado, que seguimos ocupando el peor lugar en las muertes maternas, que la migración a Santa Cruz aumenta, que La Paz ha dejado de ser centro político para ser el patio de los bloqueos y que los municipios y gobernaciones seguirán encontrando nuevas formas para timar y gastar la plata que sale de los que pagan impuestos. Porque el censo no da lo que natura non presta.
como ingrediente de los movimientos dizque sociales parece ser una adicción generalizada