Medio: El Día
Fecha de la publicación: martes 24 de julio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Pocos invitados al funeral y un discurso vacío, apenas alimentado por la palestra que les proporciona un personaje como Donald Trump, quien se deshace en halagos hacia el autócrata Vladimir Putin, el modelo a imitar de los populistas de la región, cuyo máximo ideal de revolución sigue siendo cambiar de dueño. Eso viene ocurriendo desde el fin de la colonia y en la actualidad, además de los patrones rusos, chinos o iraníes, también hacen fila los carteles de la droga para manejar los hilos del poder latinoamericano.
Por eso es que la izquierda regional pierde el discurso y los ideales, pero no mengua su apetito de poder, con impresentables figuras a la cabeza, cada vez más comprometidas con la corrupción y la violencia. La consigna es seguir a cualquier costo, mantenerse a punta de fusil y llevar las cosas al extremo cubano, donde la población parece haber perdido la esperanza, ha hecho dejación de libertad y ya no lucha como hacen los nicaragüenses y los venezolanos ahora que todavía quedan expectativas de terminar con la dictadura.
Acabamos de asistir a la muerte de Unasur mientras el Alba y otras instancias creadas por la caterva del Socialismo del Siglo XXI agonizan sin opción a recuperación. Ya no tienen programa ni proyectos políticos, económicos ni ideológicos; apenas les queda la intolerancia política, el autoritarismo y el asistencialismo clientelar, usado como método de control de las masas hambrientas.
Paradójicamente esta izquierda sigue apuntando a clásicos enemigos del norte, el neoliberalismo y el capitalismo y no se dan cuenta que son ellos los que se han convertido en la peor amenaza de la región, pues están llevando a los países a la destrucción democrática e institucional y a la peor de las dictaduras, algo que genera una fuerte reacción en la izquierda democrática compuesta por intelectuales, jóvenes, defensores de los derechos humanos, indigenistas, ecologistas y muchos otros sectores que no quieren verse implicados con esa calaña de “revolucionarios”.
En los años 60, los comunistas soñaban con desatar uno, dos y tres Vietnam en América Latina. El peligro de hoy no es solo sumar más “Venezuelas”, sino volver mucho antes, a la Nicaragua de Somoza, a Trujillo… o a Melgarejo.
Paradójicamente esta izquierda sigue apuntando a clásicos enemigos del norte, el neoliberalismo y el capitalismo y no se dan cuenta que son ellos los que se han convertido en la peor amenaza de la región, pues están llevando a los países a la destrucción democrática e institucional y a la peor de las dictaduras