Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 27 de octubre de 2022
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Marchas, bloqueos, paros y otros
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En menos de una semana, el conflicto iniciado en Santa Cruz por el censo ha escalado rápidamente, al punto que amenaza con convertirse en una crisis incontrolable, de la que el gobierno de Luis Arce podría arrepentirse si no toma la decisión de atender la demanda lo antes posible.
Lo que ha empezado con un paro cívico destinado a exigir que el censo se lleve adelante en 2023 y no en 2024, como pretende el Gobierno, está dando lugar al surgimiento de nuevos conflictos en otros departamentos del país, particularmente en La Paz.
Cuando existe un conflicto serio en curso, es perfectamente predecible que otros sectores aprovechen para presentar sus demandas y arrancar concesiones al Gobierno. Tal cosa ocurrió con los mineros cooperativistas que hicieron temblar La Paz con sus bloqueos y dinamitazos por no estar dispuestos a pagar un impuesto justo por su lucrativa actividad extractivista. Al final consiguieron que el cobro por la venta de oro sea de sólo el 4,8%.
Los maestros, por su parte, exigieron el reconocimiento de su dirigencia con marchas y la toma del Ministerio de Trabajo, lo que derivó en la detención de sus dirigentes, quienes, sin embargo, fueron liberados luego de más protestas.
Adepcoca también anunció que la primera semana de noviembre retomará sus movilizaciones para exigir el cierre del mercado paralelo de coca y la liberación de sus dirigentes presos. Los médicos, por su lado, se mantienen en emergencia.
Entre tanto, los grupos cívicos y otros sectores del interior se sumaron a la demanda de Santa Cruz para exigir que el censo se realice en 2023 y en ese afán han planificado marchas en varias regiones y hasta un paro de 24 horas en Tarija.
Con ese escenario en contra, el Gobierno ha optado por la mano dura y la aplicación de una conocida y vieja estrategia de movilizar a sus sectores sociales para que cerquen a Santa Cruz. La extrema medida que se inició el martes tiene el sello del expresidente Evo Morales, que ya en 2008 hizo cercar la capital oriental con sus sectores sociales y que el 2019, tras su renuncia al mando, intentó aplicar un cerco a las ciudades para que “no entre comida” para sus habitantes. Desde México intentó organizar un levantamiento para volver triunfante al cargo, estrategia que aquella vez no le dio resultado.
Está claro que ahora Morales está jugando un rol protagónico en el conflicto, pero la duda subyacente es si lo hace para respaldar o para perjudicar al presidente Arce. Un cerco a Santa Cruz lo único que hace es elevar la tensión y, tal como sucedió en 2019, la atención a la demanda original podría en unos días, si el conflicto sigue escalando, ya no ser suficiente para bajar la conflictividad.
Es sabido que Evo Morales invierte todos sus esfuerzos en recuperar el poder perdido el 2019 y, a juzgar por sus posiciones de ataque en contra del gobierno de Arce, queda la duda de si está dispuesto a esperar hasta 2025 o si estaría cómodo con un eventual acortamiento del mandato de Arce, que fácilmente puede ser achacado a la oposición.
Precisamente por eso, es importante que el presidente Arce no siga la línea confrontacional de Morales, que no avale el cerco a Santa Cruz y que, por el contrario, convoque cuanto antes al diálogo para fijar el censo para 2023. Después puede ser demasiado tarde.
Llevar el diálogo del censo a Cochabamba para este viernes es pasarse por alto la realidad que está a vista de todos: Santa Cruz está liderando la protesta y es allí donde debe resolverse el conflicto. A no ser que la verdadera estrategia esté orientada, no a solucionar la demanda, sino a aplastar al enemigo.
A diferencia de lo que sucedió en 2019, Arce tiene legalidad y legitimidad, por tanto, no necesita recurrir a estrategias envolventes para preservar su mandato. Simplemente tiene que cumplir la ley, que manda a hacer un censo cada 10 años, debe escuchar a los sectores movilizados y atender la demanda.
Los hechos de 2019 han sido dolorosos para todos y están todavía frescos en la memoria de la gente. Es lógico pensar que nadie quiere que esos eventos se repitan. Nadie, excepto quienes apuestan a la confrontación.