Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 27 de noviembre de 2017
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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La segunda muerte de la lógica
En artículos anteriores criticaba el empleo utilitario de la Constitución que hacía el Gobierno, aplicando solamente lo que le convenía o torturándola hasta hacerle decir lo que quería. Pero esta vez se pasó.
El expresidente colombiano Samper ha sacado a relucir el criterio no jurídico de que un buen presidente debe poder ser reelegido cuantas veces quiera o pueda. Puede que sea cierto lo que dice pero no está en la Constitución. Por otra parte, lo de la buena presidencia de Evo Morales hay que dejarlo al veredicto de la historia; mientras tanto, somos muchos los bolivianos que pensamos que, más bien, se han perdido doce años.
Los más escépticos (y cínicos) dirán que lo que va del periodo 2015-2019 no cuenta, porque no ha habido Gobierno y que por lo tanto Evo tiene derecho a ser reelegido. En efecto, inaugurar canchas de césped artificial y coliseos, que es a lo que se ha dedicado el Presidente, mientras dejaba sin curar las rajaduras de la economía y toleraba que las instituciones se deterioraran, no muestra que haya habido gobernanza. Las altas tasas de crecimiento del PIB, según estimaciones preliminares, causarán admiración a algunos periodistas internacionales, pero no a los estudiosos serios del desarrollo económico boliviano, ni al bedel de las finanzas internacionales que es el FMI. También algunos cínicos dirán que se quede nomás, para arreglar los desbarajustes que ha creado en los doce años. Limpiar los establos le va a ser muy difícil a cualquier otro.
Posiblemente el fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional le sea favorable al MAS por el control absoluto que tiene sobre todos los poderes. El Tribunal empleará argumentos leguleyos para justificar su decisión, desafiando toda lógica, como los que empleó para facilitar la reelección de 2014, a pesar de la explícita prohibición constitucional. Se nos dirá que la lógica es colonialista y que había que guillotinarla (la primera muerte). Se argüirá, sin duda, que la democracia de ahora es una democracia popular y no una democracia liberal. Las democracias populares se aplicaron en Europa Central y del Este hasta finales de la década de los años ochenta del siglo pasado y todos sabemos cómo terminaron.
Posiblemente también, aunque con más dudas, con todo el arsenal que tiene a su disposición, el presidente Morales sea reelecto una y otra vez. El que sea reelecto no quiere decir que vaya a contar con el entusiasmo de la población, ni que su Gobierno será fácil. Los profesionales, las clases medias y, de manera general, los habitantes de las ciudades estarán contra él, aún si lo aceptan resignados.
Las enseñanzas de la historia son claras. Ahora que se están conmemorando los cien años de la revolución rusa, los historiadores subrayan la importancia de la oposición de los intelectuales al zarismo. La revolución rusa respondió tanto a las demandas de obreros, campesinos y soldados como a las aspiraciones de modernización que tenían las clases medias.
Una presidencia vitalicia no es precisamente una señal de modernidad. Se suma al discurso nativista y nacionalista de los primeros años de gobierno que hacía levantar las cejas por su anti modernidad. Se añade también al modelo arcaico de capitalismo de estado y de elefantes blancos, que el Gobierno ha retomado en los años recientes.
Con una presidencia vitalicia Bolivia corre el riego de quedar aislada internacionalmente. Imitar al nicaragüense Daniel Ortega y al de Zimbabue Robert Mugabe, no nos va a hacer ganar respetabilidad en la región.
Juan Antonio Morales es profesor de la Universidad Católica Boliviana y expresidente del Banco Central de Bolivia.