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Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: domingo 22 de julio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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Las imágenes que he visto con estos personajes encapuchados me traen a la memoria aquellas comparsas carnavalescas en las que siempre se trató de ridiculizar a los paramilitares y a los delincuentes, pero también me permiten confirmar que el pasamontañas, en cualquier parte del mundo, es sinónimo de violencia, crimen y delito. No han sido pocos los ciudadanos sensatos que ya han comenzado a generar conjeturas en sentido de que estos personajes funestos no son otros que agentes especializados en ejecutar violencia a cualquier precio.
Hacia el Palacio Quemado es que todos apuntan con el dedo índice, cuando se les pregunta dónde se gestan los problemas virulentos del país. Es ahí donde los artífices del totalitarismo diseñaron y comandaron todas las movilizaciones violentas de cocaleros, las amenazas furiosas de los gremiales, las provocaciones rabiosas de los transportistas, los irascibles amedrentamientos de los mineros cooperativistas; y las constantes advertencias contra la libertad de expresión y, entre otras acciones malevas, la articulación de grupos de cocaleros que propagaron maldiciones encolerizadas en plena vía pública contra ciudadanos de a pié.
De nada ha servido que los encapuchados muestren sus rostros, quitándose públicamente el pasamontañas, ya que la incredulidad ha emponzoñado a toda la población. Muy lejos de la pacificación, lo que el gobierno quiere es infundir miedo y provocar que muchos honestos ciudadanos reaccionen crudamente y salgan de sus fueros. El miedo es una peculiaridad que se ha agregado a la sociedad boliviana en las dictaduras y en la democracia; pero como nunca, el miedo está tan difundido en la población, que ha llegado a contaminar hasta los más valientes.
Evo Morales y Álvaro García han escogido la mejor arma de dominación política y de control social para instituir una dictadura: el miedo y la intimidación a través de los movimientos sociales y ahora de los encapuchados. El uso político del miedo desde Palacio Quemado, persigue el control de la población boliviana en torno al discurso del poder popular, el gobierno de las mayorías y la satanización de la democracia occidental. Es por eso que en días pasados el aparato propagandístico gubernamental ha incidido en esos falsos escenarios de la provocación de la derecha, la intromisión del imperio y el “amenazador” apoyo a la democracia y a la libertad que ha unido al pueblo boliviano en torno a la consigna del 21F. A estas alturas ya nadie cree que una capucha es un símbolo de paz. Hay que prepararse para lo peor.