Medio: El País
Fecha de la publicación: lunes 06 de junio de 2022
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Departamental
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La institución que debía ser el referente de la autonomía es una de las más maltratadas y peor vista por los ciudadanos, cambiar la imagen depende de la capacidad de trabajo de los asambleístas
- Redacción Central / El País
- 06/06/2022 00:00
Después de 40 días, la Asamblea Legislativa Departamental ha logrado conformar una nueva directiva para coordinar la gestión 2022-2023. El asunto, por el equilibrio de fuerzas, no ha sido ni mucho menos fácil, pero al mismo tiempo, los asambleístas han brindado vergonzosos espectáculos sumergiéndose en debates sin sentido hasta el infinito. Para el recuerdo la sesión del 29 de abril y también la del 3 de junio, que aunque acabó con equipo, se tuvo que alargar más de 12 horas.
Finalmente bastó el paso al costado de los asambleístas de la agrupación Todos, que postulaban a Francisco Rosas a la presidencia con el apoyo del Movimiento Al Socialismo (MAS), para que se pudiera conformar una directiva que, aparentemente, controla la agrupación Unidos por su pacto con la bancada Indígena, que suman quince votos, pero que da un mayor peso al partido azul.
En concreto, Zaida Casilda Laura Charca, del MAS, asume como la primera vicepresidencia y Deysi Torrez Aparicio, también del MAS, como vocal, mientras que Unidos asume la segunda vicepresidencia con Rubén Reyes y la secretaría con Horacio Soruco Vaca.
La clave del éxito pasa entonces por la habilidad de Federico Salazar Sánchez, elegido presidente por la bancada de los Pueblos Indígenas, donde representa al pueblo weenhayek. Salazar no es un recién llegado en esto de la política y sin duda tiene un conocimiento sólido de sus funciones, pero también de sus batallas, por lo que se espera una gestión acorde a su experiencia, lo que es una muy buena noticia.
Los retos en el departamento son grandes, y hay que afrontarlos sin fanatismos y sin demasiada estrategia partidaria, algo que suma también a la cuenta de Salazar. La primera misión, como la de casi todos sus antecesores, será precisamente tratar de limpiar la cara de la que debe ser la principal institución de la autonomía y sin embargo se ha convertido en la más cuestionada. Ahora, esto no se hace cambiando logos y grabando spots, sino básicamente con trabajo.
Al margen de lo puramente ejecutivo que gestiona la Gobernación y donde la Asamblea debe hacerse más presente a la hora de asesorar, acompañar y también cuestionar cuando proceda, hay una serie de retos propios que la Asamblea debe completar.
Hay algunos temas elementales apartados al costado por directivas con pocas agallas, como la Ley Electoral, que al final tuvo que interpretar el Tribunal Supremo Electoral sin que los asambleístas se dieran su propia solución.
Hay otros temas que se deben abordar desde el legislativo, como el Pacto Fiscal Departamental, para cerrar de una vez las polémicas sobre el reparto de regalías con los instrumentos del 45% o con la Ley del 1% para los gobiernos municipales en los proyectos concurrentes. Y al fin, debe ser la propia Asamblea la que de pasos para reformar el propio Estatuto si es que esto es lo que está generando los problemas en el ente.
Tarija vive en una crisis permanente desde hace demasiados años y la Asamblea debe ser parte de la solución y no del problema. Ojalá Salazar sepa dar con las teclas y cuente con el respaldo y la paciencia institucional que se requiere para marcar época.