Medio: El País
Fecha de la publicación: lunes 11 de abril de 2022
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Departamental
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No faltan los que prefieren tirar todo al tacho ni los que quieren volver a agitar el avispero a nombre de federalismo, mientras la sensación de la gente es que al final, nada nunca pasa con la autonomía
- Redacción Central / El País
- 11/04/2022 01:22
Ahora sí, en medio de los aprestos por la tradición católica, se vislumbra al final de la semana el 15 de abril, la fecha señalada para recordar y celebrar a los héroes de la batalla de La Tablada, que lograron expulsar al invasor español y que marca el inicio de la cuenta de nuestros días de libertad, aunque bien es cierto que esos primeros años no fueron fáciles… O tal vez nunca ninguno fue fácil.
Tarija es uno de los departamentos que más ha sufrido en su corta historia, siendo además un departamento boliviano por absoluta vocación, pues hasta tres veces tuvo que pedir la libre asociación a la causa. Es verdad que los historiadores le quitan romanticismo a la cosa: Cuando la capital de las Provincias Unidas del Río de la Plata se fue a Buenos Aires, alguien calculó que sería más fácil tratar los asuntos fronterizos en Sucre, que quedaba más cerca.
Tarija fue próspera siendo lugar de paso bioceánico, que dicen, y frontera por siempre, hasta que a finales del XIX se llevaron primero el mar y después la capitalía, a efectos prácticos, hasta La Paz. El siglo XX no empezó mejor con la dolorosa Guerra del Chaco, una de las más cruentas que se recuerdan a nivel mundial en aquella época. Después la revolución del 52 tocó de soslayo, aunque un tarijeño acabara presidente, y después llegaron las petroleras a perforarlo todo. El siglo XXI alumbró en Tarija una nueva expectativa precisamente de la mano del gas y del propio espíritu rebelde e independiente tal vez impregnado desde las raíces chiriguanas: la autonomía como forma de construir un país mejor.
Lo cierto es que, como casi todas nuestras decisiones matrices – o aventuras -, esto de la autonomía no está resultando fácil. Primero hubo que arrancarla con demasiado dolor de la Asamblea para incluirla en la Constitución; después se frustró con una Ley Marco de Autonomías que ponía todos los candados posibles; después padeció un interinato sin rumbo pero que duró cuatro larguísismos años y, a la fecha, sigue sin haber un acuerdo de financiación estable, a través del Pacto Fiscal, que permita abordar el presente sin cruzar los dedos para que el barril de petróleo cotice al alza en los mercados remotos.
Han pasado doce años, pero parece que hayan sido cuatro siglos entre tantas dificultades y sobresaltos. De repente estamos de nuevo en un punto de bifurcación. ¿Qué hacer con la autonomía? No faltan los que prefieren tirar todo al tacho ni los que quieren volver a agitar el avispero a nombre de federalismo, mientras la sensación de la gente es que al final, nada nunca pasa con la autonomía.
No es posible avanzar sin un modelo fiscal adecuado y un reparto de competencias acorde al modelo autonómico que se decidió en referéndum. No se pueden seguir decidiendo en La Paz los asuntos que condicionan el día a día de los tarijeños, ni entrar en esa suerte de subastas para hacerse acreedor de alguna inversión del Estado que realmente valga la pena. Es tiempo de poner las cosas negro sobre blanco, de integrarnos para crecer y de dedicarnos más tiempo a gestionar y menos a pelear.
Por los héroes de abril.