Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 15 de julio de 2018
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Es, por si no se lo notó, el mismo García Linera que en marzo de 2011 decía: “El muro de Berlín aquí en Bolivia se cayó, ese fue un Gobierno de izquierda fracasado... tengo una palabra del presidente Evo, hay que indianizar a los blancos y hay que mestizar a los indios simultáneamente”. Nos demuestra, en 2018, que su proyecto “de entronque” en la sociedad mestiza o en la plurietnicidad o pluriculturalidad (reconocimiento del otro, sea en términos marxistas o etnológicos) no logró ser construido y, con seguridad, él cree que el MAS puede caer en una especie de limbo político, en una indefinición, y eso le puede costar muy caro en el futuro.
“El plan 2025 no es Evo presidente”, dijo Morales al comenzar el mes de julio tras visitar al papa Francisco (seguramente un consejo de una propuesta conciliadora del hermano papa, el político más populista de Sudamérica), no obstante, desde ese discurso hasta hoy, ha cambiado un par de veces, ya que él vuelve a ser la estrella central de una candidatura imposible, lo que hace ver que en el MAS entienden que deben correr a atajar al menos a su base dura (no estoy refiriéndome a elecciones), con el afán de mantener al menos la expectativa entre sus militantes.
Este mismo Morales, el que a principios de mes sostenía que no todo pasaba por él, es el mismo que el pasado junio, en Chapare, instruía a los cocaleros (que lo postularon como su único candidato) que tomen en cuenta a García Linera (declaración de uno de los vicepresidente del MAS), cosa que hicieron, con lo que queda claro que el MAS no se va a bajar de la única opción que tiene ese partido frente a un futuro electoral que, si la ley se cumple en este país, no lo va a tener como candidato.
Electoralizar el espectro político es una necesidad para Morales, independientemente de que sea o no candidato; es que en ese partido saben que si el presidente no muestra la posibilidad de futuro, sus bases se van a desbandar y el Gobierno perderá apoyo y, es un hecho que, “el horno no está para esos bollos”, es decir, no está como para mostrarse sin apoyo en este último año y medio que le queda de gobierno.
El retorno al discurso indigenista/confrontacional de la campaña de 2005 –k’aras contra blancos-, además de que vuelve por necesidad política, denota un tremendo fracaso político, porque queda claro que en 12 años no fueron capaces de abrir el movimiento a los sectores de clase media. Asegurar y refugiarse en el espacio duro (probablemente reducido a su mínimo, hoy) es reconocer el fracaso de la multietnicidad, esa a la que García acudía con la idea de “complementariedad”, de la que hablaba Filemón Escobar: la de reconocerse en una indianización-mestización del blanco e indígena.
Este último acápite puede llevarnos a pensar que hubo una mala lectura sobre los resultados de 2005 y años subsiguientes: desde todos los escenarios (políticos, mediáticos y de análisis) se pensó que el MAS había sido capaz de abrir la brecha y conquistar a la clase media más allá del voto de desencanto por el sistema político tradicional y con los actores de la nueva democracia boliviana (35 años de vigencia ininterrumpidos). Es claro, el mensaje que se nos da, con el retorno a ‘la base’; con esa necesidad de volver al voto duro para refugiarse en él, es su manera de resistir ante una calle que en el momento no está representada en partidos. Esa es una clara señal de que el Gobierno no está cómodo y por eso necesita inventarse enemigos (ahora es Carlos Mesa, ayer fueron otros).
Algo pasa: Morales entró a mediados de semana a Yungas como si fuera un Estado tomado, lo recibió una manifestación con solo 300 a 500 personas; el Gobierno tiene conflictos incluso con quienes en 2005 tenía buena relación; algo pasa, reitero, y no lo estamos viendo más. Habrá que mirar más detenidamente