Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 17 de marzo de 2022
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
A cada patriarca le llega su otoño. A cada tirano le toca recoger las cenizas de sus banderas. A cada Chivo se le acaba su fiesta.
Es cuestión de tiempo y de acciones. La retórica no basta, es necesario estar de embuste en embuste para irse de hocico de una vez por todas y perder así el poder y la credibilidad.
“La fortuna política es un largo orgasmo”, dijo el escritor mexicano Carlos Fuentes en su novela La silla del águila.
La historia es la espada de Damocles que, tarde o temprano, cercena la cabeza del tirano. Es implacable e imprescriptible.
Los caudillos siempre son eventuales. Su poder termina cuando comienzan a sonar con fuerza las voces de sus captores. Esa es una profunda alegría y tranquilidad relativa para los nuevos tiempos que se avizoran. Empequeñecido y minúsculo. Tu dedo índice se convirtió en meñique.
Hoy, el levantamiento de tus huestes te dicen basta: ese es el mejor termómetro para medir el grado de tu intransigencia, de seguir insistiendo en recobrar terreno perdido. Tus leales se encabronaron de tanta obediencia e intimidación. Se rebelaron y se convencieron de que la libertad de expresión, la democracia, el libre albedrío, el disenso y la autogestión son verdaderos, ahora sí, instrumentos políticos que armonizan la convivencia social y producen el cambio político.
¡Tú, como caudillo, fracasaste!
En 1945, el escritor inglés George Orwell publicó su novela satírica Rebelión en la granja. Una metáfora genial que bien puede acomodarse a la fábula que te está tocando vivir como poscaudillo. En la novela, un grupo de animalitos de la granja se rebela contra la opresión y el despotismo de los humanos y decide expulsarlos del lugar; a cambio, instauran otro régimen de poder y tiranía.
Tras la muerte del reformista Viejo Mayor, un triunvirato se hace cargo de la granja: Bola de Nieve, Squealer y Napoleón. Con bandera e himno nuevos, el flamante régimen lo trastoca todo: las relaciones de convivencia, jerarquías y la imposición de siete mandamientos y una vida, supuestamente, en comunidad. Los animales se llamaban camaradas entre sí y todas sus problemáticas las resolvían llevando a votación en una asamblea.
Hartos de tanto atropello, privilegios, corrupción y autoritarismo, un buen día se sublevan en contra de Jones, el mandamás, y lo expulsan de la granja.
Bola de Nieve, Squealer y Napoleón deciden conducir los destinos de la granja, pero se les sube el ego y adoptan igual comportamiento que Jones.
Finalmente, Napoleón, un cerdo déspota, se ve personificado en un humano, corrupto y despreciable, a tal punto que ya era imposible distinguirse entre un cerdo y un hombre.
“Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más animales que otros”, anota George Orwell.
Insisto, a cada patriarca le llega su otoño. A cada tirano le toca recoger las cenizas de sus banderas. A cada Chivo se le termina su fiesta.
Ese es el destino de los que siembran odio, tiranía y opresión.
¡También a ti te llegó tu hora!
Y ya la vienes sintiendo con sudor y desesperación. Tu tiempo languidece en el hueco del olvido.
Pasas a la historia sin pena ni gloria. Eres un Atila más de los heraldos negros. Tu nombre queda escrito en las páginas oscuras de esta Bolivia maltratada que no para cabeza, pero que siempre se levanta para sacudir su polvareda asfixiante y camina tras un devenir más halagüeño.
La política de los insensatos está reflejada en sus actos más que en sus palabras. Sin embargo, las palabras del demagogo siempre se convierten en encanto y en un dogma que sirve para cooptar; en cambio, las acciones son sus actos fallidos y, por lo tanto, hacen justicia suprema y son absolutamente incontrolables.
Los demagogos, ególatras y tiranos jamás se autoexaminan, viven en un mundo paralelo. Para ellos la verdad es un blanco al que hay que disparar.
La mentira es su centro, su corazón y sus pulmones. ¡La verdad incomoda! ¡Hay que matarla!
Así como mataste muchas cosas en este país: el disenso, la pluralidad de ideas, la libertad de prensa, el liderazgo joven, la ética, la moral y la oportunidad de renovar personajes con un nuevo discurso dentro de tu partido.
“El político puede pagarle al intelectual. Pero no puede confiar en él. El intelectual acabará por disentir y para el político esta será siempre una traición. Malicioso o ingenuo, maquiavélico o utópico, el poderoso siempre creerá que tiene la razón y el que se opone a él es un traidor o, por lo menos, alguien dispensable”, dice Fuentes en La silla del águila.
Bastaron 14 años y MAS para defenestrar el poco tejido social, político y cultural que existía en este país. Tu obsesión por el poder te ha conducido hasta el sitio en el que te encuentras ahora.
Primero. Si te idolatraban y te obedecían era porque te temían, te temblaban al sólo pensar que, tarde o temprano, les llegarían las represalias por no hacer y decir lo que ordenabas.
Segundo. Sí, hay vida en tu partido después de tu caída. Clara muestra de eso es que ahora tu propia gente te reclama libertad y democracia para elegir a sus propios representantes. Esos a los que jamás osaste dar poder de autogestión y de decisión.
Tercero. Tu poder estaba blindado con figuras que tomaron la democracia y al país de facto. Tú y toda tu élite de dinosaurios pertenecen a la época más nefasta de tu gobierno y de tu partido regado.
Cuarto. Perdiste casi todo tu poder, ese que utilizabas para darte lujos de jeque árabe. Para gastar dinero en elefantes azules. Para imponer tu dedazo, pese a todo, a pesar de todo. Tu poder, paradójicamente, fue tu caída.
Hoy, dos direcciones de tu partido piden al Tribunal Supremo Electoral un congreso para elegir nueva directiva y anuncian que La Paz, Potosí y Cochabamba también lo harán.