Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 26 de enero de 2022
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Para evitar el disgusto de ser interrumpido por los silbidos de los opositores, el día del Estado Plurinacional el presidente Luis Arce prefirió hacer un discurso más íntimo, rodeado solo de un reducido número de dirigentes sociales que le aseguraron sus aplausos. No tuvo que bancarse el griterío de oficialistas y opositores que no le dejaron pronunciar su mensaje el 6 de agosto.
A diferencia de Evo Morales, tampoco organizó un acto de masas, como los que se hacían con miles de indígenas traídos a La Paz para desfilar ante el balcón presidencial. Quizá la pandemia o las divisiones internas hayan sido determinantes para descartar esta acción.
En medio de la solemnidad (casi soledad) del acto, fue notoria la ausencia del fundador del Estado Plurinacional, Evo Morales, quien instituyó esta fecha para que nadie se olvidara que él llegó al poder un 22 de enero de 2006. El significado oficial, sin embargo, alude a la diversidad, a los pueblos indígenas que habitan el territorio nacional y a las conquistas que llegaron con la Constitución de 2009, aunque a estas alturas todo eso es debatible y rebatible, pues los pueblos originarios siguen sumidos en el abandono y sus derechos cada vez más arrinconados en sus territorios por acciones del Estado o de los privados.
La ausencia de Morales fue muy ilustrativa del momento de quiebre en el que se encuentra el MAS, con pedidos de cambio de gabinete y con tres liderazgos claramente jalando hacia su propio rumbo. En ese contexto, Arce hizo un llamado a la unidad, pero no del país como creyeron haber escuchado algunos, sino de su partido, con la admisión, por primera vez, de que hay divisiones internas en el MAS.
El resto del discurso de Arce se centró en instalar la idea de que, en su corto tiempo en el poder, ha logrado reencaminar a Bolivia en “la senda de la estabilidad económica” y “la senda del crecimiento y del desarrollo económico”.
Sus cifras son: 6% de crecimiento en 2021, reducción de la pobreza extrema a 11%, reducción de la pobreza moderada a 36,3%, sólo 0,9% de inflación, superávit en la balanza comercial de 1.729 millones y otros datos más. Todo eso logrado en 2021, en comparación con “el gobierno de facto”.
Para él no hay pilotos automáticos ni efectos rebotes, según dijo en su discurso, en alusión a los analistas que le hacen notar que los 14 años de bonanza de Bolivia tienen que ver también con los altos precios de las materias primas y que el crecimiento del 2021 es el efecto rebote del año de la pandemia, en el que las economías del mundo se fueron a pique.
En la lógica del Presidente, entonces, no hubo pandemia, no hubo crisis global y solo hubo un “gobierno de facto” que, como un tsunami, fue capaz de destruirlo todo en 11 meses, incluso el modelo que el mismo Arce diseñó y que supuestamente estaba blindado.
Solo importan las buenas noticias, no tomen en cuenta las noticias negativas, parece decirnos el mandatario. No se fijen en el famoso efecto rebote del crecimiento, no miren la informalidad de la economía, tápense los ojos ante el enorme déficit que registra Bolivia por octavo año consecutivo, tampoco revisen las reservas del Banco Central que se van achicando día a día, ni se les ocurra preguntar por la deuda externa y procuren no indagar por él déficit de las empresas estatales.
Tal como ocurre en la afamada película de Netflix, parece decirnos “no miren arriba”, solo escuchen mi mensaje, lo que dicen los demás es mentira.
En el caso del presidente Arce, todos los datos proporcionados son reales, solo que, contados sin contexto y sin mencionar los indicadores negativos, la ecuación resulta incompleta y engañosa.
En el citado filme titulado No miren arriba, un profesor y su estudiante descubren que un meteorito se dirige hacia la Tierra y que dentro de poco acabará con el planeta entero. La presidenta, que está más preocupada por su imagen, inicia una campaña potente para que nadie mire arriba y así la gente no pueda ver que el meteorito se acerca a la Tierra.
Arce, que gobierna desde el piso 23, tiene sus aposentos en el 24 y sus salas de reuniones en el 22 de la Casa Grande del Pueblo, no quiere que los bolivianos miren arriba para que no se enteren de esa otra parte de la realidad que él conoce bien, pero que quiere ocultar.