Como suele ocurrir, los diferentes sectores sociales y geográficos se encuentran políticamente activos, y ahora además preocupados. Bolivia -a diferencia de otros muchos países- siempre se ha caracterizado por la intensa participación política de la población (aquí no hace falta que el voto sea obligatorio).
Lo que no queda claro es a dónde apuntan esas preocupaciones, además en un momento histórico nada fácil ni prometedor. La pandemia del Covid (con sus diferentes cepas, que nadie sabe en qué se diferencian ni cómo se reconocen) es un tema que preocupa a todos y todas; pero la conclusión no es la que cabía esperar: “Dediquémonos a combatir serena y eficazmente la pandemia” en vez de gastar energías en pelearnos por otras cosas. No, justo en estos momentos de mundial preocupación, nuestros portavoces políticos, tanto gobernantes como opositores, a lo que se dedican es a sacar ventaja de la situación (ventaja para sus respectivos partidos, que son justo el lastre de la actividad política).
Ahí están los militantes masistas afirmando que “los que hicieron campaña deben tener puestos de trabajo” (¿ah, sí?, creíamos que lo que les preocupaba era el país, la “polis” o sociedad organizada y en la que cabemos todos, no sólo los que “hacen campaña”). Ahora entendemos que la diputada masista de apellido Cuéllar hable de “masistas de primera y de segunda”. Y se gasta tiempo y energías en el tema de las “vacunas”, con inconsecuencias en el propio gobierno acerca de la aplicación de vacunas: Mientras por una parte nos dicen que avanza el “movimiento anti-vacunas”, llega la información de que en La Paz y Chuquisaca se las seguirá exigiendo de manera obligatoria. El Ministro de Salud no hace más que contradecirse, hasta el extremo de que el alcalde de La Paz lo califica de “ministro wayronqo”. Pero más allá de la preocupación teórica por las vacunas, lo que aparece son pugnas internas en el MAS por espacios de poder (concretamente en el Gabinete). ¿Y nuestro Presidente? Aparece más preocupado por su imagen internacional y por asegurar la vuelta de Evo Morales a la Presidencia.
Y nadie del Gobierno se preocupa por entender la afirmación de Luc Montaguer (Premio Nobel de Medicina) cuando afirma que “los no vacunados salvarán a la humanidad”. De lo que se preocupan es de pelear por espacios de poder en el gabinete. El ala “choquehuanquista” arremete contra Evo y su “síndrome de hybris”; a lo que el ala “evista” reacciona pidiendo deponer de la vicepresidencia a David Choquehuanca (sospechosa petición que se ríe de las normas democráticas y dirige todas sus energías a problemas políticos que no son los que padecen el país y el mundo). Por su parte del “Pacto de Unidad” lo que piden es la destitución del ministro Del Castillo (aquel que primero reconoció el acceso e la Presidencia de Jeanine Añez y luego la acusó de “golpista”).
Por su parte el Viceministro Bobaryn habla del “jefismo” y su fracaso, como si ése fuera el problema principal que tenemos que resolver, ignorando los crecientes problemas reales de la crisis económica (sobre todo la creciente falta de puestos de trabajo). Y por su parte el fuerte movimiento social de los “cocaleros” exige su participación el Gabinete, y Evo se atreve a hablar de una “nueva revolución”.
Y mientras unos y otras se enfrascan en ese tipo de contiendas, e invierten en éstas las pocas energías que nos quedan, lo que nos queda de país se va desorganizando, hasta el extremo de que lo único que ha “crecido” en este tiempo es el mercado negro (y criminal) de bebés (robados o comprados, ¡e incluso exportados!).
Señor Presidente: ¿No es usted el llamado a resolver este drama creciente, haciendo uso de su autoridad (¡hasta el 2026!). Olvídese de la futura re-elección de Evo, despreocúpese de su imagen y ponga su autoridad al servicio de los problemas reales que nos aquejan.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
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