Medio: Nuevo Sur
Fecha de la publicación: martes 18 de enero de 2022
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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El fin de semana el líder del Movimiento al Socialismo (MAS), Evo Morales Ayma, propuso convocar a una nueva asamblea constituyente y realizar una segunda revolución. Este anuncio tiene por objeto renovar la promesa de un proyecto político que podría ingresar en un estado de inercia y que requiere volver a cautivar su electorado, ávido de respuestas, luego de enfrentar una pandemia que continúa golpeando la salud y la economía de los bolivianos.
En los últimos días el debate estuvo centrado en la configuración del gabinete de ministros y las luchas internas del partido de gobierno, que se profundizaron en el último tiempo. Las imágenes de las peleas en los congresos del MAS son parte del paisaje político. Los detractores del gobierno aprovechan el momento para personalizar las criticas en los colaboradores del presidente. En el oficialismo también aprovechan las circunstancias, con el propósito de cambiar la correlación interna de fuerzas, que se disputan el poder y la proyección del MAS en los próximos años.
El MAS se construyó en las calles y carreteras, en la movilización permanente de las organizaciones populares, que fueron acuñando un ideario político. La crisis del 2019 afectó en forma significativa el liderazgo único de Evo Morales y la propia identidad de su partido. Más allá de la retórica triunfalista, justificada por los resultados electorales de 2020, los problemas internos persisten y la necesidad de recuperar el liderazgo del proceso de cambio y el partido.
El ascenso al poder de Evo Morales el 2006 representó un cambio de ciclo en la política boliviana. El MAS llegó para reformar las cosas y mejorar la vida de los sectores que históricamente estuvieron excluidos del poder. Los años pasan y pesan. Esos tiempos están lejos y es cada vez más difícil buscar culpables, para explicar la situación que atraviesa el país, covid-19 de por medio.
Es innegable el impacto que tuvo la elección del 2019. Las consecuencias se arrastran hasta ahora e impactarán en la elección del 2025. Esa es la razón por la que se intenta renovar las promesas de cambios y las expectativas de la sociedad boliviana para los próximos años, atravesadas por la pandemia y el impacto económico generado en el conjunto de la población, que demandarán un esfuerzo muy grande para superarlos.
Está comprobado que una cosa es ganar elecciones y otra, muy distinta, gobernar. Muchos líderes llegan con un gran respaldo popular y condiciones favorables de partida que se deterioran y agotan en el tiempo. En el pasado los márgenes de errores eran más grandes y los tiempos de tolerancia y espera más largos. En el mundo que vivimos los ciudadanos participan activamente de los asuntos públicos y los márgenes se estrechan entre gobernantes y gobernados. La opinión pública es determinante para impulsar un gobierno o quitarle apoyo y legitimidad.
El debate propuesto por Evo Morales Ayma no es baladí. Está planteando el corazón del dilema que atraviesa su partido. Luego de tantos años es difícil encarnar la renovación y despertar la esperanza en un pueblo que conoce al gobierno del MAS, sus capacidades y limitaciones. Los conflictos internos y la disputa por los liderazgos generan una mayor incertidumbre sobre su futuro. El 2022 será decisivo para encaminar el rumbo del proceso de cambio y su viabilidad política de cara al bicentenario de la patria. Es tiempo de renovar promesas, y encarnarlas.