Medio: El Potosí
Fecha de la publicación: domingo 19 de diciembre de 2021
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Autonomía Indígena
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Benito Mussolini quería volver al pasado reconstruyendo el Imperio Romano. Antes de que llegue a ser el nuevo César, sus ilusiones se desmoronaron porque sus cimientos eran la mentira. David Choquehuanca, vicepresidente de la República de Bolivia, quiere volver al pasado reconstruyendo el Imperio Inca. Ya se cree el nuevo Inca, pero sus ilusiones patinan desde hace 15 años porque los cimientos de su oferta son la mentira.
El jueves indicó, en un evento de autonomías indígenas, que la tricolor (bandera boliviana) está relacionada con la mirada latinoamericana. “No estamos en contra de eso, pero tenemos que transitar poco a poco al Estado Plurinacional, a la wiphala (…) de la República transitar hacia el Estado Plurinacional”.
No es la primera vez que Choquehuanca quiere retornar al paraíso que nunca hubo. En una ocasión, expresó su deseo de que solo las personas que tienen su cara y sean de la misma raza (aymara) gobiernen Bolivia. Adolfo Hitler tenía el mismo sueño para Alemania, pero sus deseos se chocaron contra el muro de la verdad.
Choquehuanca también dijo: los quechuas tenemos nuestro ñan (camino); “las autonomías indígenas tienen que permitirnos volver a nuestro camino a ese camino de la hermandad, del equilibrio, de la armonía (…) volver a ser iyambae, persona que no tiene dueño, nadies tiene que sentirse dueño de nadies”.
En el Imperio Quechua, no había armonía ni hermandad, ni equilibrio. Las personas no eran libres. Tenían dueño: el Inca. Como toda sociedad tenía defectos y virtudes.
Niraj ñahuirisqaspa, niraj umayta quichariscaspa, noqjapis umajllej qani nispa: niraj españoles chamusqjajtin qay llajtasman, tukuy incas, tukuy runas qausaquj qancu ni ima llaquiyniyoj, ni ima p’futiyniyoj (traducción del quechua al castellano: antes de leer con criterio y abrir mi mente, yo también creía de que antes de que llegaran los españoles a estas tierras, todos los habitantes vivían en armonía y en paz como en un paraíso).
La historia crítica me demostró que el Imperio Inca era, en realidad, un verdadero infierno para los pueblos sometidos.
Juan de Betanzos, uno de los primeros españoles que aprendió quechua, cuenta que Atahuallpa ordenó sacar el corazón de los derrotados caciques cañaris y se los dio de comer a los mismos derrotados. Los guerreros del Inca pasaban clases de tortura en los yachay wuasis. Una de las especialidades era arrancar confesiones. ¿Cómo? Cortando las orejas, sacando los ojos, y dejando al último la lengua para que el torturado, con la esperanza de salvarse y vivir aunque sin orejas ni ojos, cantaba todo lo que sabía.
Rafael Dumett, escritor peruano, se sumergió durante 11 años en crónicas coloniales e investigaciones contemporáneas para escribir la novela histórica “El Espía del Inca”. Con esa autoridad, describe hechos reales en forma de ficción para acabar con mitos que algunos cultores de la mentira hicieron “repetir como a loros” a sus súbditos intelectuales.
Si hubiese habido armonía en el Imperio Inca, los hijos de Huayna Capac: Atahualpa y Huáscar no se hubieran enfrentado en una guerra civil sangrienta y larga, hecho aprovechado por 169 conquistadores ibéricos para acabar con el Imperio.
Dumett cuenta, en una entrevista con la BBC, que el momento más vulnerable de la conquista fue en el año 1536 cuando hubo dos sitios. Uno en Lima y uno en Cusco. En ambos los españoles estaban cercados y a punto de ser exterminados. Ahí se acababa la conquista. Pero dos ejércitos huaylas (pueblo sometido por los Incas) llegaron a salvarlos en la idea de formar una alianza con Pizarro y Almagro.
Es decir, los huaylas querían ser Iyambae (libres, sin dueño, en guaraní).
Si los españoles no hubiesen llegado a esta parte del mundo y hubiese seguido el Imperio Incaico, sospecho que David hubiera sido un yanacona de la nobleza inca (esclavo en idioma quechua) o un recogedor de los desechos del Inca. Dudo que hubiese llegado a ser un guerrero como Rumiñahui (ojos de piedra), o un quipucamayoj (codificador de quipus) o un yachachej (profesor) porque él es aymara, no quechua; y los aymaras estaban sometidos a los quechuas.
Choquehuanca debería agradecer a la República y a la democracia liberal que le dieron categoría de runa (gente en quechua), jaque (persona en aymara). La República reconoció su derecho a ser libre e igual. Por eso, ahora es vicepresidente de la República de Bolivia, a la que, paradójicamente, quiere destruir.
David quiere volver al pasado por un “wistu ñan” (camino chueco). Los quechuas queremos recuperar lo mejor de los incas y lo bueno de la democracia liberal. Es decir, queremos un gobierno que refleje la diversidad de caras que habitan Bolivia.
Chay, ñanniyqu (ese es nuestro camino).