Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 12 de diciembre de 2021
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Departamental
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Carlos Guevara Rodríguez
Desde que el MAS, cuyas raíces y mayor apoyo, hoy como antes, se sitúan en occidente, asumió el gobierno el 2006, Santa Cruz se sintió desplazado del poder a nivel nacional. Desde entonces hasta ahora, las demandas de autonomía y federalismo responden a esa realidad.
No pudiendo ser un factor determinante en las políticas nacionales, las élites de Santa Cruz se volcaron a obtener el mayor poder local posible. En esa medida es que el pedido de federalismo en realidad no responde a un verdadero deseo de un modelo federal de nación sino más bien a una pérdida de poder a nivel nacional.
Que la exigencia de un modelo federal de Estado obedece más a una pugna por poder que a un auténtico deseo del mismo es de fácil constatación. Durante virtualmente todo el periodo democrático denostado como “neoliberal”, cualquiera que hubiera sido el o los partidos de gobierno, Santa Cruz tenía a sus intereses y posiciones plenamente representados en el gobierno nacional; a cambio, Santa Cruz era un puntal del sistema democrático imperante en ese periodo histórico.
No es que durante todo ese periodo no haya habido una corriente federalista en Santa Cruz, pero ésta era irrelevante. Los pocos intentos de llevarla a cabo, como las candidaturas presidenciales de alguna de las tantas fracciones del MNR que tenían como bandera el federalismo, sacaron votaciones ínfimas en elecciones nacionales y en Santa Cruz mismo.
Sin embargo, no se puede dejar de señalar la paradoja de que la Santa Cruz actual, campeona del libre mercado, es en gran parte creación de la planificación estatal de los gobiernos de la Revolución Nacional de 1952. El MNR, consciente del gran potencial no explotado del oriente boliviano, volcó recursos generados por la minería en el occidente del país, a Santa Cruz, así no sea esto reconocido actualmente o se haya olvidado.
Indudablemente, esta decisión de Estado fue un gran acierto, beneficiando al país entero, transformando a Santa Cruz en la región económicamente más dinámica y de mayor población, convirtiéndola en un imán migratorio para el resto del país.
Considerando estos antecedentes históricos, el actual debate sobre el federalismo no es más que una cortina de humo. Detrás de la misma lo que realmente se disputa es si el país escogerá un modelo de libre mercado, en el que el sector privado sea el principal creador de riqueza, o si en cambio el Estado será el principal actor en la economía, como ha sido el caso en los últimos 70 años, excepto por el periodo entre el primer gobierno de Sánchez de Lozada y el primer gobierno del MAS.
El debate sobre el federalismo es una distracción de esta realidad, al mismo tiempo que es un intento de Santa Cruz de mantener un modelo eminentemente capitalista a nivel local ya que no puede lograrlo a nivel nacional. Como tal, no es una solución a la problemática que enfrenta el país al presente.
Lo que el país enfrenta en estos momentos es la paulatina suplantación de una genuina democracia representativa por un autoritarismo estatista disfrazado de democracia, donde todos los poderes del Estado están bajo el mando de un solo partido político cuya principal, sino única vocación, es aferrarse al poder indefinidamente a como dé lugar.
¿Qué modelo económico, estatista o de libre mercado, y qué sistema de gobierno, autoritario o democrático, escogerá Bolivia?, es lo que está en juego al presente, siendo estas disyuntivas de mucho mayor trascendencia que si el país es centralista, autonomista o federalista.
En ese sentido, el verdadero reto que las élites de Santa Cruz se deben plantear es si pueden lograr, a nivel nacional, convencer a una mayoría de la gente que su modelo de Estado es el que más opciones brinda al país de progreso y bienestar en democracia.
Hasta ahora sus élites no han estado a la altura del reto, ya que sus liderazgos tienen un mínimo de apoyo en occidente, si nos guiamos por las ultimas elecciones nacionales y locales.
Carlos Guevara Rodríguez / Columnista circunstancial