El tan mentado separatismo en Bolivia está consumado, la escisión del estado boliviano es un hecho constatable y no ha necesitado de modificaciones a la Constitución.

Días atrás, Evo Morales puso sobre el tapete el tema del federalismo. El gobernador de Santa Cruz, para no quedarse atrás, planteó el debate y la socialización del tema. Como con resorte, los líderes masistas saltaron para cuestionar la propuesta de Camacho, olvidando que su jefe-patrón había tirado la primera piedra. El argumento de los masistas, ya manido, fue que federalismo significa separatismo.

Lo que no quieren ver los masistas y muchos bolivianos no acaban de percibir, es que el separatismo ya está consumado, y no por cruceños o potosinos, abanderados del federalismo, sino por el propio Movimiento al Socialismo. En los hechos, el partido de gobierno ya ha gestado, desde hace años un sistema paralelo al Estado boliviano, ha engendrado otro Estado dentro del Estado. Esta realidad va desde lo simbólico hasta lo económico, pasando por la justicia y el territorio.

Las elocuentes imágenes de la marcha (inicialmente llamada “por la democracia”, y posteriormente “por la patria”) son el testimonio de que la wiphala es el símbolo inequívoco de este para-Estado: Miles de wiphalas y, al fondo, como vagón de cola, una esmirriada bandera boliviana. Esto trasluce que, en la manifestación espontánea y natural, el proyecto del MAS es un proyecto estatal sustentado en la identidad étnica y cultural andina. Por mucho que luego le inserten banderas bolivianas para las cámaras, en su esencia, el MAS ha generado un simbolismo distinto que identifica poder, organización, población y territorio, es decir, Estado. Y otro Estado, no necesariamente el plurinacional. La imposición de la chakana estilizada, en lugar del escudo nacional, tiene también ese mismo sentido.

En el uso de los recursos públicos, también se manifiesta el para-Estado: El Chapare es la región del país con mayor inversión estatal per cápita. Los partidarios de Evo Morales reciben con creces todo aquello que puede ofrecerles el uso discriminatorio de las arcas públicas: más escuelas, más coliseos, más caminos, más obras de infraestructura, etc. Al trópico de Cochabamba llegaron de inmediato las “mejores” vacunas y allí se trasladó, sigilosamente, la fábrica de oxígeno de Arbieto que servía a todo el valle alto de Cochabamba. Pertenecer al brazo operativo político del MAS implica privilegios que no tienen los demás habitantes del Estado oficial. Asimismo, y en voz pública de algunas autoridades, la inversión pública llega a los municipios controlados por el MAS. Los otros, se aguantan.

El caso de la policía en el Chapare también es notable ya que allí sólo está para custodiar las agencias de los bancos en las poblaciones principales sobre la carretera. Hacia adentro, lo que funciona es la policía sindical, con sus propias leyes. Y cuando la fuerza antidrogas tiene que realizar un operativo, debe “coordinar” su ejecución con los sindicatos del lugar, de lo contrario sufre emboscadas o ataques que han sido suficientemente documentados. Existen también otros lugares del país donde los sindicatos controlan el ingreso del ciudadano común y donde las autoridades del Estado formal brillan por su ausencia. El para-Estado tiene territorio.

Está demás decir que en el para-Estado, fiscales y jueces ni miden con la misma vara a los ciudadanos comunes y a los masistas. Cotidianamente constatamos esta realidad que indiscutible. Y si una masista “se hace pescar” y llega a un inevitable juicio, sin duda que recibirá las sanciones más benévolas. La población ve, perpleja e intimidada, estas situaciones que cotidianamente se hacen más evidentes.

En el Estado formal, el mecanismo por el que los ciudadanos ejercen su poder soberano es el voto. El voto es el procedimiento racional y pacífico de establecer posturas políticas; y cuando no se accede al voto, son los representantes (asambleístas) quienes actúan en lugar de los ciudadanos en los espacios de debate. En el para-Estado separatista, el mecanismo de acción política es el pongueaje político: Así como antes de la Reforma Agraria el mecanismo de producción agrícola era el pongueaje económico (hacer trabajar forzadamente al campesino para un interés particular), hoy en día, la acción política del MAS recurre al acarreo de masas campesinas, de modo forzado o prebendal, para la confrontación y el logro de metas de poder. Cuando el MAS no logra imponerse en el Legislativo, o en algún otro ámbito de debate, recurre a fuerzas de confrontación civiles. En esta línea, no es extraño que Evo Morales o algunos de sus adláteres hayan invocado (y sin ser investigados) la conformación de milicias armadas o hagan desfilar, junto a las Fuerzas Armadas, a los sectores radicales de sus simpatizantes con todos los aires marciales posibles.

Todo Estado tiene una autoridad, un presidente. Y por mucho que Luis Arce lance discursos incendiarios para atraer a su militancia y para crecer en imagen, jamás podrá ocupar la silla presidencial del para-Estado, ya que Evo Morales es su indiscutible dueño, elegido mediante los mecanismos del para-Estado. Arce es una suerte de prisionero del para-Estado.

El separatismo está consumado con territorios propios, justicia selectiva, desigual distribución de la riqueza estatal, institucionalización del pongueaje político, fuerzas paramilitares y autoridad paralela propia. Ningún modelo federalista, autonomista o como se le quiera llamar funcionará con un Estado paralelo y sin un pacto fiscal previo.

Quizás, el debate actual tenga que ser acerca de ¿cómo hacemos para no terminar en un modelo político de neo-apartheid?

El autor es pedagogo