Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 30 de noviembre de 2021
Categoría: Conflictos sociales
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La marcha de apoyo al presidente Luis Arce resultó ser, en realidad, una marcha contra Santa Cruz, contra sus dirigentes y contra sus empresas. Así lo hicieron saber varios representantes de los sectores sociales que participaron en la concentración del MAS, como si todos ellos hubieran marcado una línea previa para sus discursos.
La marcha fue convocada por el máximo dirigente del MAS, Evo Morales, en respuesta a las protestas que durante nueve días pusieron en aprietos al gobierno de Arce, quien se vio obligado a abrogar la Ley 1386, contra la legitimación de ganancias ilícitas. El epicentro de aquella protesta fue Santa Cruz y, en respuesta a esa manifestación, los dirigentes lanzaron duras amenazas contra la cruceñidad. Por ejemplo, pidieron encarcelar al gobernador Luis Fernando Camacho y al dirigente cívico Rómulo Calvo, advirtieron con marchar sobre Santa Cruz y, por si fuera poco, amenazaron con confiscar las empresas privadas de aquella región.
“Que no nos provoquen, vamos a nacionalizar las industrias y empresas de Santa Cruz, carajo”, vociferó el secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), Juan Carlos Huarachi, quien en realidad quiso decir que se expropiará o confiscará las compañías cruceñas porque son bolivianas y no hay forma de nacionalizarlas. También advirtió: “Si siguen provocando, la marcha se traslada a Santa Cruz”.
“Que escuchen los golpistas y separatistas, nunca más un golpe de Estado, y queremos que metan presos a Calvo, a Camacho, porque ya está de buen tamaño, porque el pueblo sigue esperando y la justicia está dormida”, advirtió Rolando Borda, dirigente de la COD cruceña.
“Desde La Paz queremos decir a los golpistas que está aquí el pueblo unido... Si hay que marchar a Santa Cruz, hay que hacerlo, compañeras y compañeros”, manifestó el ejecutivo de la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales, Esteban Alavi.
Si bien Evo Morales y Luis Arce no endilgaron sus discursos directamente a Santa Cruz, avalaron cada una de esas intervenciones y en genérico fustigaron a “la derecha” y a “los golpistas”.
“La derecha nos tiembla”, dijo Arce, replicando un discurso pasado en el que también hizo alusión al miedo que puede causar la masiva movilización de sus sectores sociales.
En síntesis, no fue una marcha para apoyar, para unir o para reconciliar, fue una marcha para mostrar fuerza, para amedrentar, para escarmentar a los osados que quieran oponerse nuevamente a las políticas de Arce.
Y, en cuanto a Evo Morales, en su calidad de convocante, hay que decir que para él fue una marcha para mostrarle al propio Arce que él maneja a las organizaciones sociales, que él tiene la sartén de la gobernabilidad por el mango y, en última instancia, para advertirle que en cualquier momento él puede volver a ser el presidente del Estado. De hecho, hay quienes afirman que su regreso a la carretera es el puntapié inicial de su campaña electoral.
También hay que decir que esta marcha viene a banalizar y a deslegitimar las verdaderas protestas, aquellas que resisten al poder y que reivindican las demandas de los más necesitados. No es normal que el partido de gobierno organice marchas, que obstruya el libre tránsito de la carretera, que colapse las ciudades, que vacíe las oficinas públicas para llevar a sus funcionarios a marchar. Lo normal es que los desatendidos por el gobierno de turno sean los que salgan a protestar.
Tampoco es normal que una marcha se haga con todas las comodidades de la logística estatal y es más raro aún que sea el propio presidente quien salga a marchar para apoyarse a sí mismo y para defender su triunfo. Lo lógico sería que el mandatario abandone el discurso de la confrontación y que gobierne para todos y no únicamente para el 55% que habrá que ver si sigue siendo 55%.
Amén de las rarezas señaladas, el MAS cumplió su objetivo de juntar a una gran cantidad de gente en La Paz (máximo cien mil, dicen los cálculos de observadores imparciales; más de un millón, dicen ellos) para dejar claro que tiene el poder de la calle. Lo que está por verse es si esta demostración de fuerza amilana a los dirigentes cívicos y opositores o, por el contrario, los envalentona aún más para hacer frente a los abusos de poder.