Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 30 de noviembre de 2021
Categoría: Conflictos sociales
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Hoy, 29 de noviembre, La Paz amanecerá seguramente con todas las oficinas del Órgano Ejecutivo cerradas, pues los funcionarios públicos deberán participar “alegres y combativos” -si quieren mantener la pega- en la concentración que ha organizado el MAS para recibir la marcha que llega de Caracollo.
Se trata de una movilización desesperada que hasta ahora sólo ha demostrado cómo este partido ha perdido el afecto popular, y cómo su caudillo, el expresidente fugado, no confía en nadie ni nada y sólo tiene como objetivo de vida buscar mantenerse en el poder a como dé lugar.
Está rodeado en todo momento de una guardia pretoriana y de aduladores nativos y extranjeros. Es incapaz de dominar su ira, y el tono de sus amenazas ha ido in crescendo.
Mientras tanto, sus áulicos, comenzando por el Presidente del Estado, arremeten sin norte a quien se les pone al frente, perdiendo toda su capacidad de interlocución con los diferentes sectores de la sociedad. La nueva ola represiva, sin desconocer sus consecuencias perversas, también se puede interpretar como su desesperación por no entender por qué la ciudadanía ya no cree en ellos.
La siguiente anécdota puede explicar esa actitud: en los prolegómenos del referendo constitucional de 2016, tuve la oportunidad de preguntar al jefe de campaña por el “sí” en Cochabamba, que era el actual ministro de Defensa, Edmundo Novillo, qué medidas asumirían si perdían la consulta y la ciudadanía se pronunciaba en contra de la reelección del binomio Morales-García. Como de costumbre, la respuesta inmediata fue que eso no pasaría, pero lo presioné y finalmente soltó: ya veremos cómo hacemos entender a la gente que éste es su gobierno y su partido, y estos saben lo que le conviene.
Es esa lógica la que se ha apoderado del poder. Lo que importa no es lo que quiera la población, sino lo que el grupo conductor considera que se debe hacer. Y eso no es hacer política, eso es dominar. Pero, no están calibrando correctamente cuánto más pueden estirar la pita que, aunque ellos no crean, ya está tensa.
Habrá que añadir que la prioridad dada a la tarea de relegitimar a Morales a como dé lugar, provoca que la administración del Estado se haga cada vez más caótica y corrupta. Además, en la necesidad que tienen de reescribir la historia, sus representantes han convertido la mentira en el recurso más utilizado para relacionarse con la sociedad, actitud que, como señalaba un columnista argentino (en cuyo país se vive una situación similar… y hasta peor) rompe la lógica de la convivencia. Si no se puede aceptar que dos más dos son cuatro y no tres ni uno, es imposible dialogar, así sus intelectuales y creadores de ficciones, oficiosos y rentados, crean que el método de mentir y mentir les dará resultado y la gente aceptará, finalmente, lo que se le instruye desde el poder.
De esa manera nos han conducido a que nuevamente nos encontremos en un escenario en el que se debe optar por la democracia o el autoritarismo. Las declaraciones y actitudes represivas asumidas por los administradores del Estado y los líderes y militantes del MAS permiten inferir que han optado por el autoritarismo.
Pero, mientras se pueda hay que insistir en pedir a las corrientes democráticas del MAS y el gobierno revertir esta visión sectaria y abrir un escenario de diálogo para recuperar valores democráticos e instituciones sólidas. En ese sentido, la convocatoria del Presidente a los alcaldes de las capitales departamentales para analizar la ley del Plan de Desarrollo es, sin duda, una señal alentadora, pero insuficiente.
Y, por si acaso, ya no tienen mucho tiempo, lo que parece que los marchistas que hoy ingresarán a la sede de gobierno ignoran.
Juan Cristóbal Soruco Quiroga es periodista