Medio: Nuevo Sur
Fecha de la publicación: domingo 21 de noviembre de 2021
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Las declaraciones del exministro de la presidencia, Juan Ramón Quintana, están ocasionando un terremoto político en el partido de gobierno. Las disputas internas son un secreto a voces, pero el paro nacional multisectorial precipitó los cuestionamientos públicos. La crítica más dura estuvo referida a la talla de los parlamentarios y funcionarios de gobierno, por las limitaciones que tuvieron a la hora de defender una ley, las políticas gubernamentales y el proceso de cambio que lidera Evo Morales.
El Movimiento al Socialismo (MAS) está intentando cerrar los frentes internos y evitar que se produzcan fisuras. La situación es muy peculiar. El jefe no es el presidente y eso hace que exista un poder dual entre el partido y el gobierno. Hace algunos meses atrás el propio vocero presidencial, en un programa de televisión, hablaba de la nueva forma de distribución del poder, haciendo alusión a los cambios provocados por la crisis de 2019 y las elecciones de 2020.
La manera de describir el nuevo contexto político, empleada por Jorge Richter, fue la figura de un triunvirato conformado por Morales, Arce y Choquehuanca, que están compartiendo el poder en partes iguales, a su juicio, en una relación horizontal. Lo que habría ocurrido en el gobierno es una “mutación del centro de gravedad del poder popular”, que hasta el 2019 era detentado exclusivamente por el expresidente Morales. Estas declaraciones no tuvieron una repercusión muy grande en los medios de comunicación, pero mostraron una nueva realidad al interior del MAS.
En la semana que inicia está prevista una movilización partidaria, en respaldo al gobierno del presidente Arce. Una marcha partirá desde Caracollo, para mostrar la fortaleza de los sectores que defienden al actual gobierno. Las críticas de los propios miembros del MAS son el telón de fondo que acompaña la medida. En la vereda del frente las amenazas de nuevas movilizaciones, impulsadas por los gobiernos locales y las universidades, enrarecen el panorama político nacional. La demanda de abrogación de un paquete de leyes está presente y puede cobrar fuerza, en la medida que algunos sectores y regiones se movilicen y levante las banderas del conflicto.
Los sectores sociales van tomando el pulso a un gobierno que regresa sobre sus pasos y retrocede ante las presiones. Los conflictos generan aprendizajes y los actores asumen una pedagogía, que los impulsa a decidir las estrategias y su repertorio de movilizaciones, en la medida que sean exitosas. La calle es una escuela y enseña las formas en las que se debe protestar y las claves para lograr resultados favorables.
El MAS debe generar los espacios de reflexión interna que necesita para encaminar la gestión de su gobierno. Es muy difícil desprender al partido del gobierno. Son dos cosas que a la vez hacen una. El desempeño de la gestión tendrá un efecto en la política y la política partidaria influirá de manera determinante en el gobierno. El ejemplo argentino es muy gráfico para entender que no se pueden separar las cosas. La suerte del presidente Alberto Fernández está determinando el futuro político y electoral del peronismo y el kirchnerismo. Las elecciones de las Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias (PASO) y las legislativas del domingo pasado son un buen ejemplo de lo que puede pasar cuando las pugnas internas pesan más que los objetivos comunes de un proyecto político.