Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 26 de noviembre de 2021
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Departamental
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En la práctica, Bolivia es un Estado unitario, centralista e hiperpresidencialista. El poder, las decisiones y los recursos están concentrados en el nivel central y particularmente en el presidente.
Si bien la Constitución declara que Bolivia es un Estado autonómico, lo cierto es que la división de tres niveles de gobierno (central, departamental, municipal e indígena, para mayor exquisitez), no ha sido acompañada de un pacto fiscal que permita a los gobiernos subregionales contar con recursos suficientes para administrar las competencias que, en contrapartida, aumentan siempre que el gobierno central delega alguna responsabilidad que no puede o no quiere atender.
Esta realidad habla de un lamentable retroceso en el modelo autonómico y, en ese marco, cualquier proyecto que auténticamente busque descentralizar el país es bienvenido al debate público.
Sin embargo, lo que hemos escuchado los últimos días ha sido una instrumentalización de la temática, de uno y otro lado. Evo Morales, al plantear el debate del federalismo cuando es el causante de la excesiva centralización del poder, no hace otra cosa que burlarse de la demanda de algunas regiones de tomar sus propias decisiones. Luis Fernando Camacho que, a diferencia de Evo Morales tiene mayor autoridad moral para hablar del tema, tampoco convence en esta coyuntura porque con el MAS en el poder, con todos los órganos (incluido el Electoral) tomados por el partido oficialista, es imposible pensar en un consenso mínimo para recorrer el largo camino del federalismo.
Ese largo camino incluye consenso nacional, un referéndum, una constituyente y otro referéndum. Entre todos los pasos, el primero es prácticamente imposible de cumplir en un clima polarizado como el que existe en este momento en Bolivia. Mientras el país no resuelva la crisis política y se encamine a la reconciliación nacional, será imposible consensuar políticas de Estado en favor de todos.
Pero, más allá del bloqueo político, la pregunta es si lo que necesita el país es federalismo. Seguramente la respuesta se encontrará en el debate amplio y sincero de todos los actores nacionales, aunque de entrada lo que se puede decir es que es más alcanzable, posible y tal vez conveniente garantizar la autonomía, antes de pensar en un modelo federalista.
Por eso, llama la atención de Camacho haya salido con una propuesta de este tipo, justo días después de que Morales lanzara una especie de señuelo para tener argumentos para su marcha, para acusar a los opositores de separatistas, para construir un nuevo caso de desestabilización en contra del gobierno. O Camacho quería un viraje de la agenda o fue víctima de algunos asesores que juegan a ambos lados. El caso es que el planteamiento no tiene futuro.