Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 23 de noviembre de 2021
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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La confrontación y el debate ideológico será un indicador sano del
nivel académico y de madurez política de una sociedad. De las divergencias y
los cuestionamientos surgen las visiones plurales, los ajustes, las síntesis
que nos enriquecen.
La persistencia en una sola verdad y la tozudez para mantenerla, deja
de ser virtud cuando su sostenimiento entra en colisión con la realidad. Me
estoy refiriendo a la economía basada en la inversión pública como único
dinamizador del desarrollo. Bolivia ha ensayado una variedad de experimentos y
experiencias al respecto, con resultados también variados. Recordemos que el
propulsor de la inversión pública, el MNR en los inicios de la Revolución
Nacional, se vio obligado a modificar su posición original y a través de la
Nueva Política Económica, Víctor Paz realizó los ajustes necesarios.
La posibilidad de lograr resultados en economía, está en contar con un
sólido régimen de acumulación estatal, como lo ha recordado Javier Gómez, del
Cedla. La acumulación genera excedente y su distribución resuelve los retos
sociales y alienta las capacidades privadas para que complementando los
recursos reales con los que cuenta la sociedad, alienten la producción y el
desarrollo. El Gobierno, después de un año de ejercicio del poder, no se ha
reunido en serio con todos los actores de la economía.
Pero además de esta situación, existe un desencuentro con las
autoridades, el modo de desarrollo, la capacidad productiva y el enfoque
político que se ha alcanzado en la Santa Cruz boliviana. Resulta un falso
debate plantear el enfrentamiento “contra Santa Cruz” cuando es aquí donde se
encuentra, reconociendo las fallas existentes, el único modelo de acumulación
estatal, masivo y efectivo y de donde adquiere su fortaleza. Los migrantes de
todo el país vienen a competir con otros bolivianos, en calidad y capacidad,
para ofrecer servicios y consumo. Y los índices hablan por sí solos de los
resultados.
Estoy tratando de encontrar la razón de la confrontación de lo
originario indígena campesino, es decir el MAS y ahora, el Gobierno boliviano,
contra esta construcción simbólica llamada Santa Cruz. La posición del MAS es
contra la colonia y el sometimiento ideológico y material que existe, y que ha
identificado a la oligarquía cruceña como su adversario.
¿Y, por qué no contra la oligarquía del occidente, “minero feudal y
racista”? Ese sujeto histórico fue vencido por la Revolución Nacional y por los
500 años… sin embargo, en Santa Cruz confluyen variables mestizas que
establecen otro escenario y otras categorías históricas que debilitan la
virulencia del lenguaje: Andrés Ibáñez, el Memorándum de 1904, las mutuales,
las cooperativas, la planificación, el progreso nacional desde los territorios,
las regalías redistributivas, la etnogénesis chiquitana que se apropió de la
partitura europea, la recreó y la llevó por el mundo mostrándola orgullosa.
Como respuesta a esa realidad, Santa Cruz se encuentra reelaborando una
narrativa que supera definitivamente una pretensión racial inexistente, y que
al resignificar lo intercultural no solo con relación a la otra parte de
Bolivia sino del mundo con el que se relaciona comercialmente, la pretensión
blancoide que negaba a la madre india y anhela el reconocimiento del padre
europeo que no volvió nunca, se hace receptora de lo boliviano, del mestizaje,
del desarrollo inclusivo, de la inteligencia, de la Revolución Nacional. Esa es
la respuesta inteligente al milenarismo utópico que se refugia en un
irrepetible pasado grandioso anterior a la conquista y que tiene que terminar
de parir la Bolivia del sXXI.
Mientras más cerca esté Santa Cruz de esta construcción, más cerca estará
de esa otra Bolivia de todos, y dejará atrás, sonriente, a la Bolivia de una
parte que se cree dueña de los territorios y trata de imponer por la fuerza,
banderas y valores que desconocen claves mundiales que no se mueven con el
entusiasmo de un decreto supremo.
Pareciera entonces, que está en cuestión la comprensión del nuevo
escenario y las condiciones del nuevo debate.