Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 14 de noviembre de 2021
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Marchas, bloqueos, paros y otros
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La semana concluye con un muerto, al menos 78 heridos (uno en estado crítico) y más de 130 detenidos, pero también con una galería de fotografías y videos que muestran a policías y políticos actuando con violencia, a milicias que se atribuyen el derecho de reprimir en las calles y, lo peor, a un presidente que, incapaz de mirar más allá de los intereses de su partido, aviva la tensión lanzando amenazas y convocatorias a la confrontación.
La primera semana del segundo año de gobierno de Luis Arce comenzó antecedida de un vergonzoso espectáculo en la Asamblea Legislativa, en la que la aplanadora del MAS logró apoderarse de la única vicepresidencia destinada a la oposición utilizando a un disidente, pero además con el recuerdo fresco del violento secuestro armado en Guarayos, protagonizado por un grupo de interculturales encapuchados, sector en el que se afinca uno de los grupos de choque del partido oficialista. Aun conociendo la identidad de los delincuentes, la Policía no hizo nada.
El lunes comenzó un paro multisectorial en demanda de la abrogación de la Ley 1386, en el que volvieron a aparecer encapuchados, pero esta vez atribuyéndose labores policiales y despejando por la fuerza las calles donde los movilizados protestaban.
Es más, algunos de ellos fueron filmados actuando al lado de policías e incluso transportados en camionetas que estaban en custodia de la Dirección General de Registro, Control y Administración de Bienes Incautados.
Y mientras subía la tensión al inicio del primer día del paro, el presidente Luis Arce pronunció un discurso que muy pocos escucharon y luego subió al balcón del Palacio Quemado para saludar un desfile que sus seguidores habían preparado en su honor. Ver los nombres de algunos de esos grupos desfilando con puño en alto lleva a pensar en el deseo que en enero de 2020 expresó Evo Morales, cuando dijo que, como en Venezuela, se debía formar “milicias armadas del pueblo”.
“Ponchos Rojos y Polleras rojas de Omasuyos”, “Wila sakus”, “Los guerreros de la wiphala”, “El Estado Mayor del Pueblo”, “Los Ayllus Guerreros del Norte Potosí”, “Los Guerreros del Arco Iris”, “Columna sur” eran los nombres de algunos de esos grupos.
Ya en noviembre de 2019 los Ponchos Rojos habían aparecido con armas en mano y en trote tipo militar gritando “¡Ahora sí, guerra civil!”, al igual que lo hacían otros grupos armados en el trópico de Cochabamba.
Como en el caso del Guarayos, hasta la fecha no existe ni un solo detenido. Tampoco hay un solo investigado por el caso de las amenazas públicas que hicieron los llamados “Wila Lluchus” contra la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos por haberse expresado en favor de la liberación de la expresidenta Jeanine Añez.
Por el contrario, hay grupos de choque que actúan guiados por autoridades del MAS. Eso ocurrió en Potosí, donde el martes el presidente de la Asamblea Departamental, Marcial Ayali Villca, fue descubierto, también encapuchado, conduciendo a los grupos movilizados desde el área rural para enfrentar la protesta contra la Ley 1386.
Ese día, en medio de la gresca y en circunstancias que aún se investigan, falleció el joven Basilio Titi Tipolo, nacido en Surichata, provincia Frías, el 18 de noviembre de 1999, así que aún no había cumplido 22 años. No habría fallecido si no atendía la convocatoria para movilizarse.
Ante el luto que trajo el conflicto, la respuesta de Arce y su gobierno fue culpar a los cívicos potosinos y anunciar más movilizaciones contra el paro. “Aquí hay que organizarnos (…) vamos a defender nuestro proceso porque les hemos ganado en las urnas”, dijo el miércoles, como si todos los movilizados fueran militantes de los partidos de oposición.
El jueves se fue a un acto en el Chapare, donde el expresidente Evo Morales le presentó a los “soldados de la revolución democrática y cultural” y el viernes, en Llallagua (Potosí), Arce volvió a disparar contra los movilizados, llamándolos golpistas.
Así las cosas, el país se encamina a dar gusto a un abismo de violencia, con el único deseo de aplastar definitivamente a todos quienes se atrevan a pensar distinto.