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Medio: El Diario
Fecha de la publicación: jueves 11 de noviembre de 2021
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Asamblea Legislativa Plurinacional
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El lunes fue un día
que sintetizó dramáticamente la Bolivia que vivimos. Por un lado, un paro
nacional indefinido (solo cumplido plenamente en Santa Cruz) y por el otro el
Informe anual a la nación del presidente Arce, que nadie escuchó porque se
oyeron más los pitazos de la oposición mezclados con los aullidos de los
parlamentarios oficialistas en defensa de “Lucho”. Además, en pleno discurso,
unas “señoras de pollera” (léase cholas), arremetían a puñetazos y araños
contra otras “señoras de vestido” (léase “pititas”) que se aferraban a sus
curules para no ser echadas a la calle, en un torbellino de mercado.
Todo impresionó la
mañana de ayer (escribo el martes) y lo que empezó la verbena, porque los malos
discursos y los silbidos son pan corriente, fue la interpretación del himno
nacional. Una dama lo entonó en español, aimara, quechua y guaraní. Es lo que
supuse, confundido, porque fuera del español no hablo nada más. La dama fue
acompañada en el canto, por los togados munidos de toda clase de disfraces, en
las estrofas en español, porque después, ni Choquehuanca pudo seguir ese
menjunje de palabras en que convirtieron el himno. Y eso que no lo tradujeron a
las 36 lenguas oficiales porque el acto se habría convertido en una
interminable ópera originaria.
Mal el vice
Choquehuanca, debido a que desde hace 20 años que no deja su lenguaje esotérico
y cósmico que solo él entiende. Suponemos que lo que quiso decir coincide con
su obsesión sobre sexo de las piedras, la virilidad que produce la papalisa o
su idea de que las manecillas del reloj deben girar hacia la izquierda, lo que
hasta Evo Morales le creyó. Nada rescatable de ese señor que se pasó 11 años de
canciller, uno de vicepresidente y que nada ha aprendido, ni siquiera a llamar
a la concordia, aunque se autocalifica como un hombre de paz.
Del presidente Arce
no se esperaba otra cosa que comparar su gestión con la de Jeanine Añez, con el
detestado “gobierno de facto” o la “derecha golpista”. Esa comparación lo
alivia, lo alegra, lo alienta, porque se siente ganador. Ignora a propósito que
de los 11 meses de administración de la señora Añez, ocho o nueve fueron de
encierro, de cuarentena, por la peste china. Es decir que durante casi todo el
período de los “fachos” la gente no trabajó, no se generó riqueza, no hubo
producción adecuada, se perdieron mercados, se perdieron vidas, habiéndose
recibido, para colmo, un país en picada. Compararse con un gobierno, cuya
cabeza fue puesta en el Palacio por un azar diabólico, resultado de la
mariconada de Morales y de su mala leche al haber provocado el corte de la
sucesión constitucional, es también cobarde. Decir que su modelo es mejor que
el de la “derecha golpista” es una estupidez suprema, porque ese “gobierno de
facto” no tenía modelo, no tenía plan, no tenía programa, simplemente porque
nunca pensó llegar a gobernar. Jeanine Añez tuvo que improvisar su gabinete
sobre la marcha y encarar al Covid, la falta de dinero y a los masistas
revoltosos y golpistas digitados por el huido. Vencer a los puñetazos a un
convaleciente que apenas se está poniendo de pie no es de valientes, es de
abusivos. No son ningún mérito los números que exhibe Arce en sus largas
peroratas.
Arce fue a la
Asamblea a provocar, como de costumbre, pero se encontró con la suela de su
zapato. La silbatina lo aturdió y lo sacó de sus casillas. Su falta de control
y nerviosismo fueron evidentes. El canal del Estado tuvo que hacer malabares
con el audio ambiente para que se le oyera la voz y se acallaran los pitazos.
Jamás se había visto bochorno igual en el Congreso. Hasta a Evo Morales se lo
escuchaba con más respeto.
Es que el odio y la
inquina que exuda Arce, sobre todo contra los cruceños, es inexplicable, no lo
puede disimular. Los cruceños sabemos a quiénes se refiere cuando habla de
golpistas, fascistas y separatistas; que no se equivoque. Sabemos a quiénes
quiere perjudicar cuando aprueba sus leyes malditas y es una estocada directa
cuando impone permisos a las exportaciones de soya, de carne o de cualquier
producto de nuestros campos. Sabemos que continúa con la política masista, como
se hizo con Pando y parte del Beni, de enviar a miles de paisanos
interculturales para que avasallen nuestras tierras y quieran asentarse en
lugares prósperos y que tienen dueño.
Que no insista el
señor Arce en querer colonizarnos, porque pierde su tiempo innecesariamente. Si
no lo sabe, la mitad de la población de Santa Cruz ya es andina o de origen
colla y vive feliz entre nosotros. Mas es gente que ha llegado a trabajar desde
hace muchos años, ganándose el pan sudando hasta las verijas, no asaltando lo
ajeno como este gobierno quiere hacer en la Chiquitania y otras zonas de
nuestro territorio.